La Vanguardia

“Somos extranjera­s por el solo hecho de nacer mujer”

Najat El Hachmi completa con ‘Mare de llet i mel’ el ciclo narrativo iniciado con ‘L’últim patriarca’

- JOSEP MASSOT

Tenía una deuda pendiente Najat El Hachmi desde La filla estrangera (2015) que ahora zanja con Mare de llet i mel (Edicions 62). Junto con L’últim patriarca (2008), y sin ser una trilogía, los tres libros dibujan tres visiones distintas y complement­arias del mundo de una escritora que confiesa haberse armado de coraje para dar expresión literaria a un relato que llevaba muy dentro de sí, erizado de aristas que duelen.

El reto era múltiple: romper el silencio de las mujeres rifeñas, traducirlo al catalán y esquivar los tabúes, el que guardan las mujeres en su ciudadela interior y el de aquellos que piensan que denunciar el machismo de las sociedades patriarcal­es es alimentar la islamofobi­a o el de quienes le podían acusar de buscar el folclorism­o orientalis­ta.

Najat, mientras ofrecía a los periodista­s un desayuno rifeño en Factoría Cultural Martínez –té con menta, porosas crepes con miel, mantequill­a, aceite, olivas, granada..,– comentaba cómo las inmigrante­s marroquíes “no son extranjera­s por ser inmigrante­s, sino por el solo hecho de nacer mujeres”, pues, en cuanto contraigan matrimonio, “están destinadas a vivir en una casa que nunca será su casa y cuya habitación propia, será la del marido y de la familia del marido cuando se case”, y es cuando la novia se pregunta, angustiada, si encajará, si se llevará bien con la suegra, con las cuñadas, “porque aquella será su casa para siempre”. Por eso, cuando la mujer emigra y llega a una ciudad europea, el primer alojamient­o, por precario, inhabitabl­e o desastrado que sea, como suele suceder, lo verá con un sentimient­o de liberación, porque es su primer espacio propio, su primera habitación para ella sola. “De ahí –dice Najat– que esa primera generación de mujeres inmigrante­s, nuestras madres, estén más enraizadas aquí de lo que puede parecer desde fuera, aunque no tengan un conocimien­to muy grande de la lengua o entiendan poco la sociedad en la que viven”. “Ese nuevo lugar –dice Najat– lo consideran suyo y más con hijos, porque, como dice Fatima, somos del lugar de donde son nuestros hijos.”

La escritora, nacida en Beni Sidel, llegó a Vic a los ocho años. Dice que la escritura del libro fue difícil porque tuvo que meterse en la piel de Fatima (pronúncies­e Fa-ti-ma, sin acento esdrújulo), y recuperar las voces de su infancia para dar una voz propia a su personaje y a las mil y una historia que se contaban entre ellas las mujeres cuando estaban solas, de la mañana a la noche, antes de que la televisión e internet callaran sus relatos.

Najat dejó atrás ese mundo cuando llegó a Vic y una parte dentro de ella se alegra de haberlo dejado atrás y otra parte lo añora como se añoran los mundo irremisibl­emente perdidos. Tuvo que luchar duro para recrear la literatura oral de la lengua amazic, con prosodia tan sabrosa, enfática e intransfer­ible, y para enfrentars­e a sus fantasmas, porque tuvo que “mirarse en la realidad de las mujeres de primera generación, con las que conviví, con una carga de sufrimient­o tan inalcanzab­le que veía que poco podía hacer”.

Son mujeres que vienen del Rif, “una zona con unas condicione­s

PRIMERAS INMIGRANTE­S “Nuestras madres están más enraizadas aquí de lo que puede parecer desde fuera”

de vida muy duras, con mujeres que trabajaban dentro y fuera de casa, y en un lugar deliberada­mente maltratado por el rey Hassan, que reprimió con extrema dureza las revueltas de los años ochenta. Eso es algo que no se habla en las familias”.

Habla también Najat El Hachmi de la experienci­a de la maternidad y de la condición de la mujer en un mundo de códigos machistas, impuestos a menudo por el clan familiar. “El machismo –dice es universal, aunque en cada lugar se manifiesta de maneras diferentes y tenemos que hacer el esfuerzo de entender cómo se produce el engranaje en cada lugar, cada familia, como es la represión en los cuerpos de las mujeres y el desconocim­iento del propio cuerpo. Lo más importante, en este sentido, es que el cambio del feminismo sea colectivo”. Najat El Hachmi, cerrado un ciclo narrativo, se propone ir más allá en el tiempo, y abordar una novela que arranque de la época de la batalla de Annual.

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LLIBERT TEIXIDÓ La escritora catalana ofreció un desayuno rifeño a los periodista­s

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