La Vanguardia

El surrealism­o de la vejez

Antònia Carré-Pons retrata la senectud en ‘Com s’esbrava la mala llet’

- FRANCESC BOMBÍ-VILASECA

La medicina medieval dividía en seis las edades del hombre: niñez, adolescenc­ia, juventud, madurez, vejez y senectud. A esta última ha dedicado Antònia Carré-Pons (Terrassa, 1960) Com s’esbrava la mala llet (El Club Editor), una recopilaci­ón de ocho cuentos en que parte de un hecho vivido: su padre sufrió un ictus, y en consecuenc­ia ella entró a fondo en el mundo geriátrico: casals d’avis, residencia­s, hospitales...

“Muchas horas de dominó”, reconoce a la autora. “El libro me ha servido para entender y aceptar lo que me ha pasado, lo he escrito para salvarme”, asegura. Pero no es un libro triste, porque “lo que está en juego es la vida, y los viejos se aferran a ella”. No quiere ser un retrato endulzado que oculte una capa de desprecio, sino que “hay que llamar a las cosas por su nombre, sin eufemismos, pero con humor y respeto”. “Hay que poder explicar las cosas –insiste– claramente, sin subterfugi­os”.

Y es que al fin y al cabo, como escribió Pere March en el siglo XIV, “al punt que hom naix comença de morir”, o el mismo Joan Sales, más cerca: “Tota vida és el viatge d’un moribund”. Hace falta tenerlo presente ahora que según la autora “Europa será el geriátrico del mundo”, un espacio aún con tabúes como la muerte misma, “aunque seamos mortales”, o el sexo en la tercera edad, que parece que no exista, pero está muy presente en la vida y también, claro, en el libro.

La editora, Maria Bohigas, recuerda que Carré-Pons le envió el proyecto del libro como “una invitación a leer”, y se convirtió en una lectura de placer que le abría el hambre de querer seguir leyendo y lo pudo degustar “sin actitud analítica, no como editora, y eso no pasa a menudo, y menos en un libro que te lleva a lugares a los que no quieres ir”. “Entrar en un geriátrico no apetece, porque la senectud es como un naufragio. Las reglas del juego se modifican, pero la personalid­ad individual se mantiene, se impone”.

Carré-Pons ha desplegado en pocos años una obra que ha saltado de géneros sin repetirse: una novela juvenil, una histórica, otra satírica, prosa poética... y se estrena en el cuento, con el que la literatura catalana ya ha tratado el tema desde los ángulos de Quim Monzó, Sergi Pàmies o recienteme­nte, Jaume Cela.

Los cuentos abarcan un amplio abanico de realidades, de relaciones humanas y puntos de vista

Para Carré-Pons llegar a una edad provecta “no tiene mérito, es el tráfico de la materia hacia la nada, pero a la vez las inhibicion­es desaparece­n. Tendríamos que hablar de edad surrealist­a. A mí me hacen reír”. En el libro, por ejemplo, un hijo le dice al padre: “A veces tengo la sensación de que no tienes en cuenta la realidad, papá”. “¿Qué realidad? –responde el padre– ¿La tuya o la mía?”. Aunque es un libro breve, los cuentos abarcan un amplio abanico de realidades, de relaciones humanas y puntos de vista, con personajes que son viudos, nietos, hijos y abuelos, parejas, cuidadores... Con un tono que reconoce deudor de Alice Munro y un estilo desnudo cercano a la tradición rusa y autores como Dovlátov o Chéjov. Además de homenajes implícitos a obras como El carrer de les Camèlies de Mercè Rodoreda, entre otros.

El libro empieza en movimiento, con un cuento con mucho baile, aspecto que a menudo es muy importante para la gente mayor –no para la escritora, que reconoce que no le gusta nada–: “El baile es seducción y es felicidad”, y acaba con una labor de punto de cruz en un relato en que todo es quietud, que cierra el viaje.

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BLAI TOMÀS Carré-Pons, recreando la forma en que en la vejez nos desinhibim­os

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