La Vanguardia

Macron se sube al tren

Las centrales anuncian una huelga el 22 de marzo contra la semiprivat­ización

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

El presidente francés está dispuesto a afrontar la reforma del ferrocarri­l, lo que supondrá enfrentars­e a un colectivo de trabajador­es bien protegido en materia de derechos y muy activo a la hora de movilizars­e pasa su defensa.

La perspectiv­a de una huelga de ferrocarri­les, una amenaza que ya esgrimen los sindicatos –y con fecha anunciada, el 22 de marzo– caldea el ambiente político y social en Francia. La reforma del sector toca nervios muy sensibles. Afecta a una gran empresa pública, con todo lo que ello implica para un país de Estado fuerte como Francia, y a un servicio esencial, pues una buena parte de los desplazami­entos en el Hexágono se realiza por vía férrea, dada su densa red, eficiencia y las conexiones ultrarrápi­das entre ciudades gracias a los TGV.

Los dirigentes de la SNCF –el equivalent­e a la Renfe española– y los representa­ntes sindicales se entrevista­ron con miembros del Gobierno, incluido el primer ministro, Édouard Philippe, en una primera reunión de tanteo. Por las declaracio­nes posteriore­s, el pulso se adivina largo. “Nuestro estado de ánimo es de escuchar, de diálogo, pero también de claridad sobre la necesidad de actuar”, dijo la titular de Transporte­s, Élisabeth Borne.

Está sobre la mesa un controvert­ido informe sobre la reforma ferroviari­a, elaborado por Jean-Cyril Spinetta, ex consejero delegado de Air France-KLM. Su propuesta es una transforma­ción en profundida­d que cuestionar­ía el estatuto laboral de los empleados ferroviari­os –los poderosos cheminots–, algo que los sindicatos consideran sacrosanto y para cuya defensa están dispuestos a llegar donde haya que llegar, hasta paralizar el país.

El informe Spinetta pretende realizar cambios tendentes a atajar de una vez el déficit anual del servicio ferroviari­o, que alcanza los 2.600 millones de euros al año y que acumula ya 46.000 millones de euros, unas cifras insostenib­les a largo plazo. Para ello se propone abrir la competenci­a, introducir empresas privadas, tal como exigen las directivas europeas. Eso implicará, paralelame­nte, la conversión de las dos empresas actuales, SNFC Mobilités y SNCF Réseau –responsabl­es, respectiva­mente, de los trenes y de las infraestru­cturas ferroviari­as– en sociedades anónimas.

Un punto muy delicado de la reforma anunciada consiste en el cierre de numerosas líneas secundaria­s que no son rentables. Esta medida no sólo tendrá efectos laborales y organizati­vos sino que puede enfrentar al Gobierno con administra­ciones locales y regionales afectadas, amén de causar mucho malestar en los usuarios. La oposición de derechas y de izquierdas podrá capitaliza­r estas decisiones, agitando el populismo.

Los cambios a la vista van aparejados a la abolición progresiva del régimen laboral vigente para los cheminots, un colectivo que, para los sindicatos y para los partidos de izquierda, encarna una de las últimas trincheras de resistenci­a a la política neoliberal y al desmantela­miento de conquistas históricas de los trabajador­es. Para Macron, obviamente, no debe haber tabúes en su propósito de reformar Francia y de hacerla más competitiv­a en la escena global.

El Elíseo es consciente de que asuntos como la reforma ferroviari­a serán impopulare­s y pueden tener un coste elevado, pero se considera que el momento ha llegado y que, por suerte, este año no hay elecciones previstas. La próxima cita importante con las urnas serán los comicios europeos de mayo del 2019, así que hay tiempo para absorber el desgaste y dar la vuelta a la situación.

El escenario de huelga, con todo, es inquietant­e, por los precedente­s. El líder del principal sindicato, CGT, Philippe Martínez, evocó lo sucedido en el 1995 contra el gobierno de Alain Juppé. El primer ministro pretendió hacer una reforma profunda de los sistemas de protección social, incluido el cálculo de las pensiones. La respuesta fue muy

Planea el fantasma de las movilizaci­ones contra el gobierno Juppé, en 1995, que paralizaro­n Francia

contundent­e, una ola de protestas como no se conocía desde el Mayo del 68. Los ferroviari­os fueron la punta de lanza. Las huelgas ganaron seguimient­o y culminaron en manifestac­iones que sacaron a la calle a dos millones de personas, en toda Francia, el 12 de diciembre de 1995. Durante tres semanas hubo una huelga total de trenes y del transporte público en París. El caos fue enorme. Los paros y la agitación obligaron a Juppé a dar marcha atrás en gran parte de sus planes.

El peligro para Macron es que la protesta contra la reforma de la SNCF se convierta en excusa para que sus rivales intenten asestar un golpe a sus reformas y desestabil­izar su presidenci­a. Francia Insumisa –izquierda radical– ya ha avanzado que estarán al lado de los cheminots en huelga. La ultraderec­ha está enfrascada en luchas intestinas, pero seguro que intentará alentar el descontent­o y sacar tajada.

 ?? LUDOVIC MARIN / AFP ?? Un tren de cercanías de la SNCF, acercándos­e a la estación de Saint-Lazare, en París
LUDOVIC MARIN / AFP Un tren de cercanías de la SNCF, acercándos­e a la estación de Saint-Lazare, en París

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