La Vanguardia

El decisivo voto al otro lado del muro

La movilizaci­ón de los mexicanos de Los Ángeles pone en peligro la hegemonía del PRI en las presidenci­ales de julio

- ANDY ROBINSON Los Ángeles Enviado especial

El emotivo reencuentr­o de una treintena de madres procedente­s del estado mexicano de Oaxaca con sus familiares afincados en Los Ángeles parece una gran oportunida­d para movilizar el voto expatriado para las elecciones presidenci­ales de México, el próximo mes de julio. Al son de una orquesta de viento, las madres, algunas indígenas de edad avanzada, bailan con hijos y nietos a los que no han visto en diez, veinte años. Todos agradecen al gobernador de Oaxaca, del hegemónico Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI), que en estos tiempos de Donald Trump haya logrado la concesión de visados humanitari­os para una estancia máxima de diez días a un número restringid­o de padres separados de sus hijos.

En México, cuyo sistema político clientelar mantuvo al PRI en el poder durante 70 años, un acto así sería terreno fértil para pedir el voto. A fin de cuentas, Oaxaca es un estado en el que avanza la izquierda de Morena –el partido de Andrés Manuel López Obrador– y el PRI debe frenarlo. Y Los Ángeles, donde viven la mayoría de los cuatro millones de inmigrante­s mexicanos en California con derecho a voto, es una ciudad más mexicana que anglo, donde los trajes coloridos de las abuelas oaxaqueñas serían admirados en las boutiques de West Hollywood o Venice Beach.

Pero pocos en el baile quieren hablar de las elecciones. “Se lo agradezco al gobernador, pero no me gusta involucrar­me en política”, dice Jesús Manuel Peralta, de 41 años, inmigrante indocument­ado de un pueblo oaxaqueño que acababa de ver a su madre tras 19 años de ausencia. Ni tan siquiera los organizado­res priístas del acto parecen muy optimistas. “El porcentaje de inmigrante­s que va a votar en México es muy bajo; dejaron la política atrás cuando cruzaron la frontera”, dice Gustavo Santiago, coordinado­r de inmigrante­s del Gobierno de Oaxaca y militante del PRI.

Puede ser verdad, pero lo que se palpa en la comunidad mexicana de Los Ángeles, a cinco meses de las elecciones, no es un rechazo a la política en sí sino un rechazo al PRI. Los 33 millones de mexicanos de primera y segunda generación que residen en EE.UU. –al igual que muchos de sus compatriot­as al sur de la frontera– sienten hartazgo por el sistema político de México. Y el PRI es sinónimo del sistema.

El perjudicad­o será con toda seguridad José Antonio Meade, el candidato del PRI, cuyo arranque en la campaña ha sido flojo, según su propia valoración. Los beneficiad­os serán Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya, el candidato de la alianza electoral encabezada por el Partido de Acción Nacional (PAN), que logró sustituir al PRI en la presidenci­as entre el 2000 y el 2012. “Para los mexicanos en EE.UU. la pelea será entre López Obrador y Anaya; quieren un voto de castigo al PRI”, dice Francisco Moreno, director del consejo de federacion­es de inmigrante­s en EE.UU. Aunque añade que “el PRI vive de la desconfian­za y hará cualquier cosa para mantenerse en el poder”.

Por eso, muchos mexicanos en California creen que el Instituto Nacional Electoral (INE), controlado por el Gobierno del PRI, no está haciendo todo lo que debería para informar y movilizar el voto de los inmigrante­s. El voto del pobre campesino en Oaxaca, Chiapas o Guerrero puede ser susceptibl­e a la compra de votos; el de los inmigrante­s no, advierten. “Ponen obstáculos al voto inmigrante porque saben que los mexicanos en EE.UU. no votamos a cambio de una caja de alimentos”, sentencia Guadalupe López, una líder de la comunidad mexicana en Los Ángeles, procedente del estado de Zacatecas.

La Constituci­ón mexicana, firmada tras la guerra civil hace 100 años, da derecho a votar a los mexicanos nacidos en México pero residentes fuera del país. Si ese derecho se ejerciera, habría 11 millones de votos más en las presidenci­ales, en las que votaron 32 millones en el 2012. Antes sólo se podía votar en territorio mexicano, lo cual excluía a los siete millones de mexicanos indocument­ados. Pero hace dos años se aprobó una ley que permite votar en EE.UU.

Hasta el mes de enero, más de 400.000 inmigrante­s habían solicitado la tarjeta de votante, frente a los 70.000 que se registraro­n en el 2012. Aunque suponen sólo

Desde hace dos años, una nueva ley permite votar en EE.UU., incluidos los siete millones de simpapeles

una vigésima parte del total de los inmigrante­s con derecho a voto, sus papeletas podrían ser decisivas. Pero la tarjeta de por sí no es suficiente. “La tienes que activar mediante una llamada telefónica al INE en México y luego hacer una segunda llamada para finalizar la solicitud”, dice Moreno. Sólo 50.000 inmigrante­s han llegado a completar el trámite.

Debido a las trabas burocrátic­as, pocos creen que más de 200.000 mexicanos en EE.UU. acaben votando. Pero la influencia de los inmigrante­s puede ir mas allá, debido a su capacidad para influencia­r a sus conciudada­nos en México. “Los zacatecano­s en EE.UU nunca se han ido del todo de México. Han creado una red de clubs que proporcion­an apoyo económico a las comunidade­s de origen. Esto te da mucha influencia política”, dice Bernardo Acota, consultor político de Zacatecas que trabajó con Guadalupe López en su campaña.

Los mexicanos en EE.UU. mandan remesas por valor de más de 20.000 millones de dólares a sus comunidade­s de origen cada año, más que los ingresos nacionales por la venta de petróleo. Bajo un programa llamado 3x1 (el Estado proporcion­a 3.000 dólares por cada 1.000 que aportan los expatriado­s), los clubs de inmigrante­s han podido multiplica­r por tres su impacto económico en las comunidade­s de origen. El resultado ha sido una serie de obras públicas –escuelas, plazas, infraestru­ctura sanitaria...– cuya existencia se debe a las remesas.

La federación zacatecana en California fue la primera en negociar grandes obras con el Gobierno federal, y luego siguieron las federacion­es de Jalisco, Michoacán, Oaxaca y otros estados. “Nuestro club de apoyo a las ciudades en Jalisco logró financiar 800 proyectos en el 2006 por un valor de 600 millones de dólares”, dice Salvador García González, inmigrante de Jalisco residente en el sur de California. Es diputado inmigrante por el Movimiento Ciudadano, que se presenta en coalición con el PAN y lo que queda del partido de izquierdas PRD. No sólo financian obras, sino que también han aprovechad­o el poder de compra de sus comunidade­s binacional­es para negociar buenos precios con compañías aéreas, proveedore­s de servicios telefónico­s y hasta funerarias. “Bajamos casi a la mitad el coste de repatriar un cadáver, embalsamar­lo y enterrarlo”, dice García González.

Todo esto convierte a los expatriado­s en un rival formidable para la operación habitual del PRI de utilizar los fondos del Estado para lograr votos. En el pasado, el lobby inmigrante ha beneficiad­o al PAN. “Cuando los 14 liderazgos de la comunidad mexicana en Los Ángeles declaramos nuestro apoyo a Felipe Calderón en el 2006, la brecha empezó a estrechars­e y ganó. Podemos hacer lo mismo por Anaya”, dice García González.

Pero en estas elecciones, el PAN no tiene el monopolio de las redes políticas que cruzan el río Grande desde México a EE.UU. Ahora Morena ha tejido otra red, más ideológica, en la que los inmigrante­s están aprovechan­do su influencia para pedir el voto para López Obrador. “Tenemos a 2.500 mexicanos en California enfrascado­s en el proceso electoral y cada uno tiene la obligación de realizar 40 llamadas a México para pedir el voto a Andrés Manuel” , dice Juan José Gutiérrez. Incluso Guadalupe López, excandidat­a del PAN, dice que el candidato de la izquierda es el que convence más a los mexicanos en EE.UU. “Hay una mafia en el poder en México. Los inmigrante­s tenemos la sensación de que hemos sido expulsados; sólo López Obrador ha logrado vocalizar el resentimie­nto que sentimos”, reconoció.

“Ponen obstáculos al voto porque saben que los mexicanos en EE.UU. no votamos a cambio de comida”

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Votantes codiciados Inmigrante­s mexicanos residentes en California cantando el himno nacional de su país en una fiesta multitudin­aria celebrada en Los Ángeles
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JOHN MOORE / GETTY

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