Irak expulsa a una yihadista francesa y condena a muerte a otra turca
Un tribunal iraquí dictó ayer sentencia contra varias extranjeras acusadas de pertenecer al Estado Islámico (EI). La más feliz en la sala era Melina Bougedir, una francesa de veintisiete años y madre de cuatro hijos, liberada tras declarar que era ama de casa y que su marido –muerto durante la batalla de Mosul– era sólo un cocinero de la organización. El juez la ha condenado a una pena de siete meses por entrada ilegal en el país y podría ser expulsada de inmediato, al llevar ese mismo tiempo en prisión preventiva.
Menos contemplaciones hubo para una yihadista turca, condenada a morir en la horca. No obstante, aún puede recurrir, como otras extranjeras sentenciadas ayer con severidad por su vinculación al EI, entre ellas una decena que recibió cadena perpetua.
Una adolescente alemana, por su parte, fue condenada a seis años de prisión el pasado domingo en Bagdad. Linda Wenzel saltó a la fama cuando, con sólo dieciséis años, fue capturada en Mosul el verano pasado. La joven se había convertido al islam por internet y había acudido al demencial Estado Islámico para casarse con un checheno, ya fallecido. Tras su captura, dijo que lo lamentaba y que deseaba “volver con la familia” y alejarse “de la guerra, de las armas y del ruido”.
En cambio, otra yihadista alemana, Lamia K., recibió el mes pasado en Bagdad una sentencia de muerte. La mujer, de cincuenta años y origen marroquí, abandonó Mannheim en el 2014 con su hija de 21 años para incorporarse al Estado Islámico.
Si fantasmagórica fue la aparición del EI, no menos misteriosa es la suerte de sus miembros llegados del mundo entero. Bagdad nunca ha declarado la cantidad de prisioneros tras la toma de Mosul, su capital. Sí se sabe que en la segunda capital del EI –Raqqa, en Siria– las milicias kurdas negociaron la evacuación en autobús de cientos de ellos.
En lo que respecta a las mujeres, según fuentes de seguridad, habría en Irak unas quinientas yihadistas presas, con unos 800 niños a su cargo. Pero en el apogeo del EI llegó a haber miles de esposas extranjeras, y las francesas se contaban por centenares.
No hay que confundir a estas sumisas vocacionales con las esclavas sexuales que EI tomó en Irak, por ejemplo, entre la minoría yazidí. Las mujeres ahora juzgadas acudieron al Estado Islámico debido a sus convicciones, prestándose a repoblar dicha entidad paraestatal. Otras, musulmanas o conversas al islam, lo hicieron para acompañar a sus maridos fanatizados. Tras el hundimiento del EI, muchas de ellas –ahora viudas y cargadas de hijos– vuelven a atravesar Turquía, con una incierta acogida en sus países de origen.
Mientras tanto, ayer se supo que el EI vuelve a ensangrentar Irak. El domingo, en el que fuera su feudo de Al Hauiya, yihadistas vestidos de policías habrían asesinado en un control a veintisiete milicianos chiíes progubernamentales. Se confirma así la existencia de células durmientes, a los dos meses de que Bagdad diera por muerta a la organización.
EXTRANJERAS
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RESURRECCIÓN
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