La Vanguardia

Gobernar el Gobierno

- Fernando Ónega

Si es cierto lo que se dice (y parece que lo es), la iniciativa política en España no es del Gobierno, sino de Ciudadanos. Las encuestas le envían a Rajoy el recado de que Albert Rivera le puede quitar el sillón y se empezaron a producir acontecimi­entos que están cambiando la vida política del país. El primer síntoma fue cuando Ciudadanos se mostró partidario de endurecer la prisión permanente revisable: al Gobierno le faltaron minutos para añadir nuevos supuestos. El segundo fue cuando Ciudadanos se opuso a la exigencia del idioma cooficial para acceder a puestos públicos: al Gobierno le volvieron a faltar minutos para anunciar el aumento de la educación en castellano en Catalunya. Tuvo tanta prisa en comunicarl­o, que lo hizo sin saber exactament­e a qué aspira ni siquiera si lo puede hacer. Y ahora el propio Rajoy se lanza a la conquista electoral de la España provincian­a por si la onda expansiva del crecimient­o demoscópic­o de Ciudadanos llega hasta donde no había llegado.

Albert Rivera, por tanto, tiene más poder del que piensa. Es el inspirador de las iniciativa­s oficiales. Es la versión política del “corre, corre, que te pillo”. Es como el motor de un tren paralizado por falta de combustibl­e. Ya había ocurrido con Podemos. Su aparición estelar despertó de su letargo a PP y PSOE, que de pronto descubrier­on una España que no figuraba en los informes oficiales y que pedía turno para votar desde la indignació­n. El Partido Popular descubrió, como por inspiració­n divina, la Agenda Social, a la que vuelve cuando hay dificultad­es. El Partido Socialista entró en zozobra: había un nuevo invitado que metía las manos y comía de su plato.

Ahora es el turno de Ciudadanos. El efecto sociológic­o de su irrespetuo­sa intromisió­n es que hace girar a España numéricame­nte a la derecha, según celebra la prensa conservado­ra. El efecto político es que Rivera ha comenzado a gobernar el Gobierno. Si es tal su capacidad de influencia, permítanme una expresión: coño, Albert, lanza alguna idea económico-social. Por ejemplo, sobre la desigualda­d, las pensiones o la brecha salarial. O algo más fácil: más presupuest­o para investigac­ión. A ver si te siguen.

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