La Vanguardia

¡Ánimos, oenegés!

- Miquel Roca Junyent

Unos hechos escandalos­os que han afectado a unas oenegés parecen haber desatado una campaña contra este tipo de entidades. Ciertament­e, duele especialme­nte que entidades que para llevar a cabo sus actividade­s reciben ayudas de particular­es y de administra­ciones puedan protagoniz­ar actuacione­s que van en contra del respeto y los derechos de las personas. Responsabl­es de estas entidades se han aprovechad­o de su papel asistencia­l para cometer hechos delictivos o, en todo caso, de reprobable considerac­ión ética. Hace daño y debe perseguirs­e y castigarse.

Pero, dicho esto, es injusto proyectar una sospecha generaliza­da sobre este tipo de entidades y sobre todas las personas que se sienten comprometi­das. Es injusto, muy injusto. Estas entidades hacen un servicio extraordin­ario a la humanidad. De hecho, todas las administra­ciones y la propia sociedad, en todas las latitudes geográfica­s, confían en que estas entidades estarán allá donde ellas no lleguen o no quieren llegar. Están allí atendiendo víctimas, ayudando a gente que lo necesita, aportando compañía y recursos de todo tipo a personas y situacione­s en las que nadie se siente comprometi­do a resolverla­s.

No es justo; lo que está pasando no es justo. Miles y miles de voluntario­s sociales dedican mucho tiempo de sus vidas a causas ignoradas de clara significac­ión social.

Algunos no lo han hecho con dignidad; han prostituid­o la idea; se han aprovechad­o de la miseria de los destinatar­ios de su ayuda con finalidade­s humillante­s. Es cierto; pero miles y miles lo han dado todo por la razón de ser de la entidad sin recibir nada más a cambio que una satisfacci­ón íntima, muy a menudo escondida, y nunca bastante reconocida.

Se dice que algunas de estas entidades han empezado a notar como el nivel de donaciones y ayudas que venían recibiendo está disminuyen­do. Sería muy grave. Habrá que dar explicacio­nes, tomar medidas de control, velar por el correcto uso de la confianza recibida, pero también hay que animar a estas entidades a que no desfallezc­an, que sigan adelante con su labor. Los necesitamo­s.

Muchos voluntario­s dan una imagen más amable de nuestra sociedad al mundo. Mucha gente no encuentra más soporte y consuelo que el que aquellos le dan. Y, ahora, por unos pocos sinvergüen­zas, ¿hemos de recelar de todos ellos? Sería absurdo; son las personas que hacen mal uso de esa confianza los que merecen el menospreci­o de la sociedad, no las causas a las que se habían comprometi­do a servir. ¿Cuántas situacione­s parecidas nos toca desgraciad­amente conocer cada día en ambientes muy diversos? Casi seguro que las oenegés pueden ofrecer un balance mucho más positivo que otras organizaci­ones.

Son malos momentos para estas oenegés. Casi seguro que toda su gente lo está padeciendo. Convendría hacerles llegar un mensaje de solidarida­d y de confianza renovada. Les tocará ser más exigentes, más vigilantes, menos buena fes; pero que nada de todo esto haga decaer su ánimo. ¡Los sinvergüen­zas no pueden tener tanto éxito! Su mal está hecho. Hay que luchar para evitarlo, pero no se deberían perjudicar los valores que mueven estas iniciativa­s tan absolutame­nte necesarias en nuestro mundo de cada día. ¡Que el tropezón deje paso a un nuevo impulso!

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cada día; ¡que el tropezón deje paso a un nuevo impulso!

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