Indemnización para los Saud
La Audiencia de Barcelona falla que debe resarcirse a los herederos de un príncipe árabe por la venta de sus propiedades en Catalunya
El príncipe compró, su apoderado vendió y ahora los herederos del jeque cobrarán, aunque no mucho para las cifras que se barajaron en el pleito. La Audiencia de Barcelona ha fallado que la liquidación de las propiedades de un hermano del rey de Arabia Saudí en Catalunya fueron fraudulentas y que se debe resarcir a su familia con 47.000 euros.
Lo cierto es que parece una mi- nucia, comparado con la enjundia del patrimonio: seis fincas en la comarca del Bages y dos pisos en Barcelona, en la avenida Pearson. Pero es lo que tienen los tiempos judiciales: el litigio se inició en el año 2004 y ni el jeque ni su apoderado viven ya para contarlo.
La historia es la siguiente: su alteza real Saad bin Abdulaziz bin Abderraman al Saud, hermano del rey de Arabia Saudí, llegó a Barcelona a finales de los años setenta del pasado siglo a fin de tratarse de una afección ocular. Se instaló con su séquito en dos plantas del hotel Reina Sofía y debió encandilarse por el país porque se compró dos pisos en la Avenida Pearson y seis fincas en el Bages, algunas de tanta prestancia que merecen el nombre de castillos, Rocafort y Rocabruna. En ellos, para sentirse como en casa, levantó caballerizas para sus alazanes de pura raza, del mismo linaje que los que montaron los compañeros de aventuras de Lawrence de Arabia.
Sus necesidades eran atendidas por el subdirector del hotel, Agustín; y debió hacerlo a plena satisfacción porque el jeque acabó contratándolo con un sueldo de aúpa y nombrándolo su apoderado. Pero hete aquí que Saad bin Abdulaziz bin Abderraman al Saud murió en Riad el 23 de julio de 1993, y la cosa cambió.
Para empezar, sus herederos no tenían el mismo interés por Catalunya que el príncipe y las propiedades cayeron en desuso. Al final, el apoderado se las vendió. Uno de los pisos fue adquirido por el futbolista Iván de la Peña, otro de los predios por una familia rusa y otro tuvo un segundo capítulo judicial porque se vio envuelto en una investigación de la Fiscalía Anticorrupción, que acusaba a sus inquilinos de pertenecer al crimen organizado armenio. La cuestión es que la viuda y los hijos de Saad estimaron que Agustín se había tomado demasiadas libertades porque ya no tenía autorización para intermediar y se querellaron contra él.
El juicio tuvo lugar este mes en la Audiencia de Barcelona y ahora se ha conocido la sentencia. Lo primero es que Agustín murió antes de la vista, con lo cual ya no podía exigírsele nada. Pero quedaban su viuda y su hijo, a quienes reclamaban indemnizaciones, por cuanto el montante de las ventas iba a parar a una cuenta bancaria de la que la familia del antiguo directivo del hotel hizo varias disposiciones.
El tribunal ha considerado que es cierto que Agustín tuvo que hacer frente a dispendios de las propiedades, por lo cual justifica la venta de uno de los pisos, pero no el del resto de inmuebles y fincas, cuyos nuevos inquilinos, explican, eran completamente ajenos a la trifulca judicial. Los jueces estiman que, una vez muerto el jeque, se acabaron los poderes, y Agustín no podía disponer de nada. Ahora bien, al haber fallecido se extinguía la responsabilidad penal y a la vez la civil, con lo cual tampoco era posible reclamar una indemnización por los 5 millones de euros que reportaron las operaciones inmobiliarias. Lo único eran 47.000 euros que fueron a parar a la viuda de Agustín, que ha sido condenada a tres meses de prisión, y de los que también se benefició su hijo, y que ahora deberán devolver a los árabes.
De manera que el único capital que podrá rescatar la familia Saud son esos 47.000 euros. Una nota final: los alazanes de pura raza ya habían regresado al desierto años antes para ser montados por los descendientes de los beduinos de Lawrence.
El jeque compró fincas en las que crió alazanes de pura raza, como los que usó Lawrence de Arabia