El arte de la mezcla
La Fundación Santander expone en primicia la colección de Luís Paulo Montenegro, con obras que van del indigenismo a Warhol
El arte brasileño es pura mezcla. Y eso es precisamente lo que subraya la colección de Luís Paulo Montenegro, que la Fundación Banco Santander muestra en primicia al público desde hoy y hasta el 10 de junio en la Ciudad Financiera de Boadilla del Monte, en Madrid. La exposición reúne 217 de las aproximadamente 500 obras de la colección: un resumen de 100 años de creación brasileña y del contemporáneo europeo y americano: desde pinturas indigenistas de Wilfredo Lam o Cândido Portinari hasta piezas reconocibles de Andy Warhol, Alexander Calder o Alberto Giacometti: un recorrido que, de un lado, ilustra la formación del arte del país sudamericano como suma de “contaminaciones”, en el buen sentido; y, de otro, cuenta la historia de un coleccionista movido a partes iguales por el instinto, el deseo de aprendizaje y el afán de atesorar bienes de un alto valor estético y monetario.
Luís Paulo Montenegro es el vicepresidente de la poderosa multinacional de búsqueda de datos e investigación de audiencias Ibope (Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística), controlada por su familia desde 1947. Se trata de una de las empresas más importantes del país donde el Santander tiene casi el 30% de su negocio. La confluencia de intereses y mecenazgos explica en gran parte la exposición montada en Boadilla, cuya presentación de ayer el propio Montenegro definió como sus “quince minutos de gloria”; aludía así, obviamente, a la famosa expresión de Warhol, representada en la muestra con un autorretrato del artista estadounidense. La decisión de elegir Madrid para sacar de casa la colección de Montenegro por vez primera se debería también, según el comisario de la muestra, Rodrigo Moura, a la relevancia que España viene dando al arte contemporáneo de Brasil.
A la vez que recalcó el “momento mágico” que para él representaba la apertura de esta primera muestra de su colección, Montenegro recordó ayer el instante igualmente especial con el que todo empezó, hace 20 años. “Nunca imaginé, cuando entré por primera vez en una importante subasta de arte brasileño, que saldría de allí con la obra que aparecía en la cubierta del catálogo. En un impulso, segundos antes de que el subastador golpease el mazo, levanté el brazo para que me adjudicasen la pieza. Fue amor a primer mazazo, y aquello cambió mi vida”, aseguró. La obra en cuestión era Índia carajá, de Cândido Portinari, que puede verse en una de las salas de Boadilla.
En aquel momento de flechazo, Luís Paulo Montegro “no sabía nada de arte”, reconoció; sólo que algunas pinturas y esculturas le gustaban. Pero enseguida se puso a estudiar y a escuchar. Procuró “aprender a mirar” y se quedó con el consejo de otro coleccionista que le sugirió que hiciera caso de su instinto. “Es el método del encantamiento, por el cual elijo una obra cuando, al verla, me digo: ‘Yo quiero esto’”, explicó.
Con el tiempo, y en función tanto de su carácter como de la evolución que iba observando en las manifestaciones artísticas dentro y fuera de Brasil, el inversor fue cambiando de criterio de forma a veces “un tanto volátil”. Así, transitó del último arte brasileño hacia el contemporáneo europeo, y de Estados Unidos, a las nuevas tendencias a lo largo y ancho de América Latina, de nuevo a sus coterráneos... “Soy una metamorfosis ambulante”, resumió. Lo cierto es que la calidad de su patrimonio artístico es lo bastante alta como para que la Fundación Arco le haya otorgado, en vísperas de la feria de este año, uno de sus premios de coleccionismo.
La exposición de la Fundación Santander se titula Visiones de la Tierra / El mundo planeado, en referencia, respectivamente, a las creaciones de modernismo brasileño e iberoamericano por las que Montenegro se interesó al principio y a las vanguardias constructivistas –locales y foráneas– en las que se centró más adelante.
Alfredo Volpi, Lygia Clark o Hélio Oiticica son algunos de los nombres más notables de la parte brasileña de la muestra, mientras que el cotizado Willem de Kooning, Boetti o Torres García –además de los ya citados– figuran entre los del resto del mundo.
El coleccionista y empresario brasileño, premiado en Arco, relata su historia de amor con el arte