Romy Schneider resucita en ‘3 días en Quiberon’
Un juguete roto, una actriz en decadencia. Una madre desatenta. Una loca, casquivana y borracha. ¿Más barro sobre la memoria de Romy Schneider en el filme 3 días en Quiberon?
No; la legendaria Sissi de los años cincuenta (en Alemania todavía la recuerdan) y protagonista de Lo importante es amar (1975) y tantos otros melodramas franceses de los setenta. Un icono del cine que perdura en la memoria (de unos cuantos), y que tiene en el filme de Emily Alef una oportunidad de mostrar el ser humano más allá de las imágenes que de ella, figura trágica, han perdurado.
Fanny Ardant, en Berlín para la presentación de Ondes de choc-Prenom: Mathieu, de Lionel Baier, fue en buena medida coetánea suya. Atef, más que al mito, se acerca a Schneider, instalada en su cuarentena. Una mujer que ha pasado por el suicidio de su ex marido, Harry Meyen, y pronto debería afrontar una pena insoportable: la muerte de su hijo, de 14 años, tras un fatal accidente sobre la verja puntiaguda de su propia casa.
Pero todo eso prácticamente ni se menciona en el filme de Atef (lo del suicidio del marido, sí que se verbaliza) .
Su tragedia la intuimos –entera– en el rostro de la actriz Marie Bäumer, que ha nacido para ser Romy Schneider, de tanto como se parece a su encarnación. Pero es que, además, Bäumer es una gran actriz, como demuestra en este filme que es homenaje y también exploración de la humanidad de la estrella.
Se basa en hechos reales, en la realización de una famosa entrevista que la estrella concedió pocos meses antes de morir, a una revista alemana. La excusa es cierta, pero el resultado es pura imaginación. Y sin embargo, el filme, en blanco y negro, consigue transmitir con fuerza la melancolía del personaje en su profunda soledad. Pero, por limitado y reiterativo, resultará de limitado interés para aquellos que se pregunten, pero ¿quién es Romy Schneider? Eso, tal como muestra el filme de Atef, ni ella misma lo sabía.