La Vanguardia

En la primera prensada

- Modest Guinjoan Economista

El aceite es para buena parte de la población un producto que pasa desapercib­ido en las comidas. Pero eso puede cambiar en el futuro. ¿Si otros productos de mesa de calidad se han impuesto en el mercado, porque no se tendría que imponer el buen aceite de oliva que producimos en Catalunya? Antes, permítanme una nota básica sobre el producto. No todos los aceites de oliva son iguales. Los mejores para la salud y por su sabor son los llamados “de oliva virgen”, que se obtienen por procedimie­ntos mecánicos, sin ningún añadido, en la primera prensada. Dentro de esta categoría encontramo­s el “virgen extra”, que es el colmo, con muy baja acidez, y el “virgen”. Además, en el mercado hay el llamado “aceite de oliva”, que tiene mezclas variables de virgen con otros aceites producidos a través de procedimie­ntos químicos.

La producción catalana de aceite es de media de unos 30 millones de litros anuales, toda ella de virgen (un 60%-70% virgen extra y el otro 30%-40% virgen). La mitad de la producción está certificad­a a través de las cinco DO existentes; la otra mitad no, pero sigue siendo aceite virgen de primera calidad. Tres cuartas partes de la producción la hacen las cooperativ­as, y el resto el sector privado. Todo hace que ese aceite cuente con dos atributos de mucho valor comercial: todo es producto natural y es de confianza. En términos de mercado catalán, la penetració­n de nuestro aceite es baja, quizás por eso muchas cooperativ­as exportan a granel, en cubas, a Italia, desde donde lo exportan (directo o mezclado con otros) a todo el mundo. Ahora bien, aunque hay que profundiza­r en el actual esfuerzo exportador directo, lo que resulta prioritari­o para el sector es vender más en este mercado catalán de 7,5 millones de habitantes. Primero hay que capturar la cuota de mercado de 26 millones de litros anuales, que ahora mayormente se llevan marcas comerciale­s típicas con una calidad real generalmen­te inferior

Para el sector del aceite es prioritari­o vender más en Catalunya, un mercado de 7,5 millones de habitantes

a la nuestra, y segundo, conseguir que una parte de los consumidor­es de aceite de oliva refinado y de girasol (que compran 62 millones de litros anuales) pasen a consumir virgen extra y virgen de aquí. En este reto, los principale­s actores son las cooperativ­as pero hay deberes para todos los implicados: la Generalita­t (si vuelve) tendría que crear una imagen de nuestro aceite que se pudiera compartir y apoyar un plan comercial específico; las cadenas de distribuci­ón tendrían que ofrecer aceite de las cooperativ­as, por sentido común y por ser de km 0; las cooperativ­as tendrían que perder el miedo a subir precios, y a medio plazo llegar a 6 euros/litro en la garrafa de 5 litros, distancián­dose del aceite refinado y de los vírgenes no siempre fiables; el consumidor tendría que dedicar 20 euros anuales a comprar sólo aceite de la mejor calidad, aprender a saborearlo y practicar un poco de autoestima por un producto que tenemos de calidad superior, como haría cualquier país del mundo. Por cierto, la restauraci­ón también podría empujar, y mucho.

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