Salvar los muebles

LA principal preocupación de la UE no es el Brexit, ni mucho menos el contencioso catalán. El problema europeo se llama Italia. Los vecinos del sur, la tercera economía del continente, si damos por perdido el Reino Unido como parte de la Unión, tiene elecciones el próximo domingo. La posibilidad real de que la coalición populista Movimiento 5 Estrellas gane las elecciones es percibida como un desastre, entre otras razones porque es favorable a la convocatoria de un referéndum para salir del euro y porque considera Bruselas el eje de todos los males. La situación es tan dramática, que las cancillerías europeas piensan que sería mejor que Silvio Berlusconi venciera en los inminentes comicios. Sí, sí, el Berlusconi que tuvo que dimitir en el 2011 acosado por toda suerte de escándalos, desde sus fiestas con menores a sus fraudes fiscales. El mismo personaje que fue inhabilitado por los tribunales, después de que la UE le obligara a dimitir para que un tecnócrata como Mario Monti recondujera el país, ahora es la esperanza de Bruselas. Las alternativas son tan atroces que Berlusconi hoy aparece como un factor de estabilidad. Si la sua eminenza (tratamiento de cardenales con el que se le conoce en política) constituye la sobriedad, es que la política italiana va sobrada de alcohol. Incluso su gran enemigo, Eugenio Scalfari, fundador del diario La Reppublica, lo prefiere como mal menor. Goethe llamaba a la historia “el misterioso taller de Dios”, pero a la vista de cómo está Italia, donde la Providencia tiene a su voz en la Tierra, en el taller están faltos de piezas y de ingenieros. Berlusconi, como lo definió Indro Montanelli en sus memorias, es un Gran Gatsby a la italiana, sin tragedias ni suicidios, que concibe al país como una inmensa audiencia. Mal está Europa cuando tiene que recurrir a un octogenario con aspecto de figura de cera

–maquillado, recosido y operado a corazón abierto–, con una biografía lamentable, para salvar los muebles.