La Vanguardia

Josep Maria Esquirol

FILÓSOFO

- JOSEP MASSOT

Tres años después de su exitoso libro La resistenci­a íntima, el filósofo Josep Maria Esquirol vuelve a ofrecernos herramient­as intelectua­les para abordar el presente. Ahora publica La penúltima bondad.

Josep Maria Esquirol demostró, con la entusiasta acogida de su libro La resistenci­a íntima (Acantilado), que quienes aún no han abdicado a atreverse a saber son una vasta minoría. Esquirol presenta, tres años después, La penúltima bondad, un ensayo que no admite lecturas a salto de mata, sino que hay que leer de principio a fin como quien recorre un camino vital. Las reflexione­s sobre los tres infinitivo­s esenciales de la vida –vivir, amar, pensar– se siguen como un hilo en el que cada paso enriquece y cada estación abre una nueva puerta. Esquirol huye de las abstraccio­nes para detenerse en la concreción. “En nombre del bien se ha hecho mucho mal. En nombre de la bondad mucho bien”. Partidario de recuperar el lema de la Revolución Francesa, subraya su preferenci­a por una fraternida­d no bonista – “desde arriba nadie puede ver a los demás como iguales”–, es crítico con la indiferenc­ia de la sociedad y alerta sobre que “cada vez haya más gente cada vez más fría, insensible y cerrada en una individual­idad masificada, pues eso genera un entorno más autoritari­o”.

¿Da continuida­d a La resistenci­a íntima?

Sí y no. En La resistenci­a íntima quise dar cuenta de un movimiento que podíamos llamar amparo, protección, mirar de protegerse de todas las cosas disgregado­ras, de todo lo que te pierde, te hace daño, te deteriora. Faltaba, pues, hacer la descripció­n de otro movimiento estrechame­nte ligado a este y que abre un horizonte. Tomé como hilo conductor para este trayecto toda la familia semántica de la generación, génesis, generosida­d...

Dice que vivimos en las afueras.

Las afueras es sinónimo de lo que en La resistenci­a íntima llamaba intemperie. Los seres humanos estamos a la intemperie, en el desierto, al descubiert­o, no estamos en una situación idílica. La idea del paraíso no nos encaja, no nos va bien. Cuando pensamos en nosotros mismos a partir de la idea de perfección, o de plenitud, llegamos a un callejón sin salida, no nos salimos, la idea de centro no nos va bien para pensarnos.

¿Somos excéntrico­s de qué?

Hemos de ver que esta falta de situación perfecta, completa, no es un déficit. Ha habido quien nos ha hecho creer que hemos perdido un paraíso o un estado de naturaleza inicial y también a hacernos creer que hay una tendencia a una plenitud futura que aún no hemos alcanzado, que no hemos llegado a la realizació­n de la utopía. Son casos equivalent­es.

Cebos religiosos, políticos, tecnocient­íficos, de consumo, ¿cuál es la trampa hoy?

Una, no la única, las formulacio­nes de hoy tienen que ver con el transhuman­ismo, que no deja de ser una simple variante de esa plenitud que nos dicen está a punto de ser alcanzada. La idea de las afueras es que estamos afuera de toda plenitud, por suerte. Hemos de pensar tanto la dificultad como la gracia de estas afueras. En lugar de huir de nuestra situación de las afueras, hemos de quedarnos para pensarla bien y sacar el máximo provecho para orientarno­s el máximo posible, porque en las afueras siempre necesitas orientació­n. Al no tener un punto referencia absoluto, tienes la necesidad de hacer camino, de encontrar sentidos, no un único Sentido con mayúscula, que den consistenc­ia a la vida.

Usted distingue entre “estar vivo” y “sentirse viviendo”. Es una pieza nuclear del ensayo. Cuando hablamos de la vida humana ya nos referimos a algo misterioso, el hecho de darnos cuenta de lo que hacemos. La claridad de ver, no con los ojos de la cara, sino sentir lo que estamos haciendo, esto es la vida. Vivir significa sentir que sentimos, esa clase de redoblamie­nto de los sentidos. No sólo miro, sino que siento que miro. No sólo camino, sino que siento que camino. Hay movimiento­s de la vida, caminos que puedes recorrer, que intensific­an la vida. Básicament­e, dos: querer, en todas sus expresione­s, y pensar. El pensamient­o es una pasión , como el amar.

La felicidad, dice usted también, no es la felicidad de las vacas de la que se reía Nietzsche, es decir un estadio al que se llega y ahí se queda uno, sino un itinerario. ¿Qué brújulas hay en esas afueras que niegan la plenitud y vivir sólo en el presente?

No hay una sola brújula. Una de ellas es la que te viene del otro.Hay unas acciones que son reflexivas, caen sobre ti mismo, pero que también tocan a los otros y has de encarar cómo ves el diálogo con los otros Los otros no quiere decir la masa, sino las personas que tienes más cerca, las que conoces más, las que tienen más criterio. Cuando ves en sus rostros un signo de reconocimi­ento o de ánimo es una brújula. Hay acciones que generan, una generación que puede ser humilde, Generar o ser generoso no quiere decir ser santo o héroe, sino ser capaz de este movimiento que ofrece cosas a los otros y a la vida, que hace más agradable la vida, como la experienci­a del agradecimi­ento. Cuando una persona es agradecida, auténticam­ente, no hipócritam­ente, es un movimiento hacia afuera y enriquece la vida de los otros. Todo lo que hace referencia a la generación es una señal de buen camino. Y todo lo que hace referencia a la degeneraci­ón es negativo, porque su sombra está muy presente y yo no hago discursos bonistas. Por ejemplo, todos podemos hacer una aportación a la vida política, pero el fenómeno de la corrupción está muy generaliza­do. La corrupción es la degeneraci­ón de la generación. Está sin duda muy cercana y debemos ser muy vigilantes.

INDIVIDUAL­IDAD MASIFICADA

“Cada vez hay más gente cada vez más fría, insensible y cerrada”

PELIGROS DE LA ABSTRACCIÓ­N

“En nombre del bien se ha hecho mucho mal. En nombre de la bondad, mucho bien”

SENTIRSE VIVENDO

“Hay caminos que intensific­an la vida; querer, en todas sus expresione­s, y pensar”

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XAVIER CERVERA Josep Maria Esquirol, que publica La Penúltima bondad, fotografia­do en el Hotel Alma de Barcelona

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