Huevos fritos en el salón
Un gran empresario catalán, en gesto inédito, ha publicado una carta abierta en la que hace diversas consideraciones sobre el momento del país y una advertencia: “Confío en que nuestra municipalidad actúe positivamente en el Mobile World Congress. Y que no existan acontecimientos para que esta sea su última edición. Cuando llegó al Ayuntamiento no parecía estar muy a favor del evento”.
El acontecimiento ya se ha producido, con el plante al jefe del Estado por parte del presidente del Parlamento catalán junto con la alcaldesa de Barcelona, aprovechando la inauguración de la mayor feria mundial de telefonía. Otra vuelta de tuerca en el incesante desafío a las instituciones por parte de quienes llevan tiempo echando un pulso al Estado. Pero este desafío, que es una muestra de desdén a quien encarna la unidad del país y la prueba del algodón de que España es ahora un Estado sin dueño, pone en riesgo la continuidad del congreso.
Es esta la tercera ocasión en que la titular de la alcaldía arremete contra los representantes de una institución que los catalanes han ratificado en treinta y ocho ocasiones.
La primera fue la retirada del Salón de Plenos del Ayuntamiento, en el 2015, del busto de Juan Carlos I, bajo el pretexto de que su presencia constituía una “anomalía”, después de su abdicación como rey. La estatua, retirada a cámara lenta para complacer las “profundas convicciones republicanas” de quienes estaban oficiando, fue llevada a una caja de cartón.
La segunda ocasión, un año después, fue el cambio de nombre de la plaza Joan Carles I, en el emblemático cruce de la Diagonal con paseo de Gracia, por Cinc d’Oros. La percha elegida en este caso fueron los actos de conmemoración del 85.º aniversario de la proclamación de la Segunda República.
Ahora, la regidora, acusada por la oposición municipal de sufrir coronafobia, ha invocado que no quiere rendir pleitesía al Rey. Quizá no sepa que el vocablo viene del latín, de la palabra pleités que, a su vez, viene del verbo placere, que quiere decir gustar, agradar, y se define como muestra reverente de cortesía y respeto. Tal vez el rabotazo se deba a que sus asesores hayan traducido pleitesía como acatamiento o sumisión.
Es poco el tiempo transcurrido desde que ocupa la sella curulis para tener la osadía, actuando como representante de todos los ciudadanos de Barcelona, de izquierdas o de derechas, monárquicos o republicanos, de despreciar a la máxima institución del Estado y, de paso, a quien no piense como ella.
Este error podría inclinar la balanza en favor de quienes han mostrado dudas sobre el mantenimiento de la sede en la Ciudad Condal, debido a la inestabilidad política y económica que ocasiona la pulsión soberanista. Si así fuera, sería un golpe insoportable para la ciudad, que acaba de perder la sede de la Agencia Europea del Medicamento, muy probablemente por esa misma razón.
Hay varias ciudades ávidas de tomar el relevo, entre las que sobresale la animosa Dubái, por lo que conviene no dar más motivos para activar el empacho, y menos si son gratuitos, como en esta ocasión.
El congreso mundial de móviles ha llegado a su cita anual sin que haya gobierno en Catalunya. Y el presidente del Parlamento catalán, institución activa con el 155, ha explicado así su participación en el plante: “No ha dedicado ni una sola palabra al millar de heridos del 1 de octubre por la actuación de la Guardia Civil y la Policía Nacional”.
Y los dos invocan, como efugio para el plante, el discurso del jefe del Estado a la nación, el pasado 3 de octubre, en el que, dicen, “amparaba la actuación del Gobierno español y no apostaba en ningún caso por la política como vía para resolver los conflictos políticos”.
Dejando de lado la discusión sobre el número de heridos, donde las versiones no coinciden, los seis minutos que duró el discurso fueron un ejercicio necesario, sobrio, sin concesiones a la galería y aplaudido por una mayoría de españoles.
El jefe del Estado denunció la “deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado” de los dirigentes catalanes. Es natural que esto escociera a sus destinatarios, y la réplica de la alcaldesa fue: “Discurso irresponsable e indigno de un jefe de Estado”.
El Rey ha viajado a Barcelona, con buen dominio de idiomas y la intención de apoyar al congreso de telefonía y pelear por los intereses de los catalanes. Lástima que la jefa del Ayuntamiento no fue a Bruselas a defender la sede de la Agencia del Medicamento.
Pero, mira por dónde, una vez más la anécdota devora a lo esencial y ya tenemos en cabecera de pista a los que tocan destempladamente la bocina para distraer la atención de los 100.000 asistentes a la feria tecnológica, sin duda más atentos a los avances del 5G y a las nuevas aplicaciones de la Inteligencia artificial que a la refriega del referéndum.
La esencia del Estado de derecho es que no sólo los ciudadanos y las entidades privadas están sujetos a la ley, sino también, y muy especialmente, las administraciones públicas, cuyos cargos, todos y cada uno de ellos, están obligados a cumplir con la ley, por supuesto, y, además, a respetar las instituciones. Los cargos públicos y no los ciudadanos, personas individuales, que ocasionalmente los ostentan.
La confusión del cargo y de la persona que lo ostenta y se apropia de él es perniciosa. No hay sociedad posible sin respeto a la legalidad y a los procedimientos, y las instituciones y quienes las representan son los obligados por antonomasia a ese respeto. Es lo que los ingleses llaman the boundaries. Cuando se sobrepasan, ya no hay límites. Es el reino del descontrol.
La regidora ocupa el puesto de alcaldesa, un puesto que es del Estado, pero como el Estado no tiene dueño, la persona ocupa ocasionalmente el puesto y se permite no respetar las normas ni el Estado de derecho, haciendo lo que le parece. Huevos fritos en el salón. Da igual.
El error de Colau podría inclinar la balanza en favor de quienes han mostrado dudas sobre la continuidad del MWC
Hay varias ciudades ávidas de tomar el relevo, por lo que conviene no dar más motivos para el empacho