¡Aún queda país por destrozar!
Pobres de nosotros! Si Catalunya fuese la criatura en disputa por dos madres del Libro de los Reyes, ya me imagino la reacción de los dirigentes independentistas:
–Rey Salomón, corte con el sable dos partes que yo me llevo la buena.
(La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, pediría que le cortasen a la criatura en tres: una para sus pobres. Puigdemont, en diez piezas de sushi). Las cosas aún pueden empeorar. Yo también hubiese preferido que el jefe del Estado, Felipe VI, incluyera algunas palabras “compasivas” con los centenares de contusionados del 1-O en su discurso del día 3. Claro que eso tampoco le habría ahorrado otra encerrona ni un plante como el de anoche, enésimo disparo al pie –el de todos– porque utilizar el MWC –aunque sea postureo– es jugar con el pan.
El independentismo ha demostrado una singular patología: exijo respeto y afecto de aquellos a quienes ataco y me quiero cargar (la monarquía constitucional y la UE, por ejemplo). Lo fantástico es que les parezcan incomprensibles las reacciones...
Felipe VI no es un rey medieval. Sus discursos, como los de la reina de Inglaterra, vienen pautados por el Gobierno. Tiene margen de maniobra pero
El independentismo sigue exigiendo afecto a quienes insulta o se quiere cargar (el jefe del Estado o la UE)
muy limitado y en uso de ese espacio viajó a Barcelona el 26 de agosto para participar –que no encabezar– la manifestación de duelo por los atentados terroristas. Era la primera vez que se sumaba a una manifestación...
Aquel guiño de afecto a Barcelona, en un momento de luto propicio para evitar el choque de trenes, fue utilizado por el independentismo para humillarle al igual que al Gobierno, en una encerrona que convirtió la manifestación en la más penosa de cuantas –y son muchas– se han celebrado en Europa y Estados Unidos después de atentados yihadistas.
Las pancartas orquestadas “culpabilizando” al jefe del Estado de la matanza –¡comercio con Arabia Saudí!– y la escenografía norcoreana del servicio de orden no fueron precisamente una invitación al diálogo sino una demostración de que el independentismo iba sobrado y presumía de que las calles eran suyas. Con el agravante de cara a la comunidad internacional de “excusar” a unos chavales muy majos de Ripoll que hablaban catalán y jugaban al fútbol –ahora el relato es que el CNI asesinó a John F. Kennedy–, una línea infantil que no granjea precisamente prestigio de país fiable.
No es sencillo digerir las declaraciones de quienes “ilusionaron” –manipularon– con un “referéndum vinculante y con garantías que sería efectivo” pero tampoco hace falta fracturarlo todo, colegios profesionales o MWC incluidos. Y si se hace –grande Torrent diciendo a la judicatura y la abogacía que son unos botarates que actúan al dictado–, no esperen que los insultados te cojan cariño... Y otro hurra para la alcaldesa Colau: ¡qué grande le viene Barcelona!