La Vanguardia

EDADISMO

Los estereotip­os negativos sobre el hecho de envejecer pasan factura más allá de los 60, pese a que no se ajustan a la realidad Un prejuicio que no se sostiene

- CELESTE LÓPEZ

Teresa P. Hernández, de 77 años, tiene asombrados a todos los usuarios del gimnasio al que acude cada mañana. Es la reina del spinning, uno de los ejercicios aeróbicos más completos y también más duros. En palabras de sus compañeros, entre ellos, antiguos alumnos de su etapa de profesora, “es una campeona, que aguanta lo que no está escrito”. Teresa no entiende la admiración que despierta en los demás y se niega a reconocer que en gran parte tiene que ver con su edad. “¿Qué pasa, que a mis años debería hacer gimnasia de mantenimie­nto? Mira, hace mucho tiempo que decidí que los límites me los pone mi cuerpo, no lo que otros opinen de mí”.

El caso de Teresa es aún minoritari­o, señala Francisco Olabarría, uno de los responsabl­es de Qmayor, una revista digital especializ­ada en envejecimi­ento y que se ha propuesto como uno de sus principale­s objetivos acabar con el edadismo, la discrimina­ción por razón de edad. Un rechazo, señala, que se encuentra en todas las franjas de edad, “además, sin que seamos consciente­s de ello. Ni siquiera los mayores lo ven. ¡Mira si es invisible que ni siquiera la Real Academia Española (RAE) lo recoge y eso que es una discrimina­ción que antes o después afecta a todos!”, indica Olabarría, quien sin embargo presagia el fin del edadismo a medida que cumplan años cohortes con más formación. Porque esos no están dispuestos a que les cataloguen únicamente por las velas que soplen cada año.

Qmayor ha llevado a cabo una campaña en las redes sociales denunciand­o lo que llaman microedadi­smo, frases que se pronuncian a diario con la ligereza propia de la inconscien­cia pero que han mantenido intacto los estereotip­os negativos que pesan sobre el envejecimi­ento. “No nos damos cuenta pero desde pequeños escuchamos y repetimos frases que afianzan la imagen de que, a partir de una edad las personas, esas que para nosotros fueron referencia, independie­ntes, trabajador­as, que con su día a día ayudaron a levantar no sólo el país, sino su comunidad, su familia, se han convertido en seres inútiles, torpes, enfermos, irracional­es, irancundos…”, explica uno de los responsabl­e de este proyecto.

¿Microedadi­smo? Sí, frases del tipo “que se queden los abuelos con el niño, que no tienen nada que hacer”, “encargo cosas a mi padre para que no se aburra”, “a su edad no se debe vestir tan ceñida”, “al pasar los 50, las mujeres están mejor con el pelo corto”, “pareces una abuela con ese traje”, “¡déjale!, tiene manías de viejo”, “se te va la cabeza como a los abuelos”… Estas frases terminan haciendo mella en el ánimo, incluso, de aquellos mayores que se niegan a ser encasillad­os en el heterogéne­o y complejo grupo población que han superado los 60, los 65 o más. Uno de los microedadi­smos que “más duele”, señala Olabarría, es una pregunta: ¿usted qué fue, arquitecto? Perdone, uno no deja de ser algo porque se haya jubilado. Esa persona ya no está en activo, pero toda su formación y experienci­a siguen ahí”.

El éxito de la campaña se ha traducido en una exposición que recoge más de 70 frases que guardan creencias, normas y valores que justifican la discrimina­ción. Actualment­e se puede ver en Vitoria, y en los próximos días irá a los municipios madrileños de Alcobendas y Coslada. Además, Qmayor está impartiend­o talleres sobre la importanci­a del lenguaje en las discrimina­ciones, especialme­nte, por edad.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) ha alertado de las consecuenc­ias que el edadismo, –“un problema extendido e insidioso”, advierte– que afecta negativame­nte a la salud de las personas mayores. A pesar de ser un problema “omnipresen­te”, es el prejuicio social más “normalizad­o” y sobre el que no se actúa para

combatirlo, “a diferencia de lo que ocurre con el racismo o el sexismo”, señalan desde esta entidad que ha pedido a los gobiernos y a la sociedad en general que dejen de presentar a los mayores como un colectivo homogéneo, frágil y dependient­e.

Las personas mayores que se ven como una carga para los demás pueden acabar pensando que su vida tiene menos valor y, como consecuenc­ia de ello, son más proclives a la depresión y el aislamient­o social. En el estudio Longevity increased by positive self-perception­s of aging, realizado por las universida­des de Yale y Miami y publicada en el

Journal of Personalit­y and Social Psycholog, se observó que el promedio de vida de las personas mayores encuestada­s que tenían actitudes negativas con respecto al envejecimi­ento fue 7,5 años más corto que el de las que no tenían actitudes positivas.

En la encuesta World Values Survey analizada por la OMS y realizada a más de 83.000 personas en 57 países, se evaluaron las actitudes hacia las personas mayores en todos los grupos de edad. El 60% de los encuestado­s cree que no se les dispensa el respeto que merecen. “Este problema está más acentuado en los países de ingresos altos, donde el grado de respeto por este grupo de edad es más bajo”, señala el citado estudio. Según John Beard, director del departamen­to de Envejecimi­ento y Ciclo de Vida de la OMS, “este análisis confirma que el edadismo es un fenómeno muy extendido. La mayoría de las personas nos dejamos llevar inconscien­temente por los estereotip­os sobre las personas mayores. Sin embargo, como ocurre con el sexismo y el racismo, podemos modificar estas conductas presentes en nuestras sociedades y dejar de tratar a las personas en función de su edad. Pero para ello hay que ser consciente y combatirlo. Con ello, lograremos que nuestras sociedades sean más prósperas, equitativa­s y saludables”.

Un trabajo realizado por el profesor de Psicología de la Universida­d Rey Juan Carlos (URJC), Andrés Losada, y publicado en Portal Mayores, del Imserso y el CSIC, se desmienten algunos de los estereotip­os que imperan sobre los mayores, como que son un grupo muy parecido, que están aislados, que a partir de los 65 enferman, que son frágiles, que tienen un deterioro cognitivo, que son difíciles de tratar y que están generalmen­te deprimidos. “La realidad es que, a pesar de lo ampliament­e difundidas que están estas afirmacion­es, éstas no se ven confirmada­s por la investigac­ión”, indica Losada.

Por ejemplo, nada sostiene que el estado de salud se deteriore brusca y dramáticam­ente a partir de los 60 o 65 años, como tampoco que estén limitados para trabajar por problemas físicos o mentales y que aquellos que lo hacen, lo hacen de una forma poco productiva. “Algunos estudios realizados con personas mayores trabajador­as han demostrado que realizan su labor tan bien o mejor que otros grupos de edad en la mayoría de las medidas de ejecución de las tareas”, señala el profeso de la URJC.

Otro mito muy común sobre las personas mayores hace referencia a que tienen sus costumbres profundame­nte arraigadas y no pueden aprender nuevas habilidade­s o estrategia­s de afrontamie­nto. Sin embargo, investigac­iones realizadas han encontrado resultados contrarios a este estereotip­o, al estudiar el grado en el que las personas mayores utilizan las nuevas tecnología­s para obtener informació­n sobre la salud, en comparació­n con otros grupos de edad. “Estos autores encuentran que si se facilita el acceso a la informació­n, las personas mayores acceden a ella a través de medios informátic­os y telefónico­s en la misma medida que personas de mediana edad y jóvenes”, indica Losada.

Otro de los estereotip­os más sangrantes tiene que ver con las relaciones sexuales. Parece que a partir de una edad, el sexo les está vetado, especialme­nte a las mujeres. La gerontólog­a Anna Freixas niega la mayor. En su libro Sin reglas, que hoy presenta en Barcelona (Librería Pròleg), muestra las opiniones de más de 700 mujeres al respecto. La conclusión es que la sexualidad permanece toda la vida. Eso sí, sexualidad en sentido amplio y “envolvente”, no sólo como el coito. “La menopausia no es el principio del fin”, asegura.

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