La Vanguardia

La puerta por la ventana

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Casa con dos puertas mala es de guardar, reza el refrán. Pero qué sería de la ficción sin las puertas de atrás, por donde entra el ladrón y huye el amante. O las puertas falsas. ¿Y los vodeviles, puertas abren, puertas cierran? Entonces hay uno que se despista, hace oídos sordos o, como se dice en catalán, “es fa l’orni”. La palabra orni sólo se usa en esta expresión, no tiene sentido propio. Por ello Coromines la emparienta con borni (tuerto), que se sabe qué significa pero tampoco tiene una etimología clara.

No es extraño que, si un catalanoha­blante ya no sabe muy bien qué quiere decir orni y sólo entiende esta palabra dentro de la expresión “fer-se l’orni”, es lógico que un monolingüe satisfecho de serlo la haya convertido en un señor. Así aparecía en un atestado sobre el referéndum del 1-O que se hizo público la pasada semana: “Posteriorm­ente comentaron algo sobre un tal ‘Orni’ y que Marta (Rovira) no lo sabía”.

Pero regresemos a la puerta, fundamenta­l en la historia de la arquitectu­ra y de nuestras vidas, símbolo eterno de obertura, de recibimien­to, de transición, pero también de cierre, de reclusión, de paso vetado. Las puertas siempre han sido las metáforas del conocimien­to, en expresione­s como abrir puertas a la ciencia, a la investigac­ión, a las humanidade­s. Del mismo modo, se recomienda tener la puerta abierta a las nuevas ideas, para no quedarse en lo que uno ya sabe y, así, cerrar el paso a cualquier posibilida­d de evolución.

La puerta ha sido un símbolo con una excelente dimensión metafórica, pero parece que ahora la ventana le quiere quitar la corona. Lo apunta el Observator­i de Neologia de la UPF, que desde hace un tiempo ha constatado un nuevo sentido de ventana, “en referencia a una vía de acceso a través de la cual se puede llegar a una condición o un estado determinad­os, o a un medio que deja entrar conocimien­to nuevo”. Justo lo que hasta hace poco habían sido las puertas, ahora se ve que lo son las ventanas.

La explicació­n quizás haya que buscarla en las que patentó Bill Gates y que, sin darnos cuenta, han ido penetrando en nuestra cotidianid­ad y han traspasado al lenguaje figurado. De abrir ventanas para que entre el aire hemos pasado a abrir ventanas en una pantalla de ordenador y, de ahí, a abrir ventanas como quien abre el cerebro, para que entren ideas y para observar con más amplitud la realidad.

El problema de este sentido figurado, en desventaja con las magníficas puertas que permiten todo tipo de flujos de entrada y salida, es que con las ventanas todo se limita al voyeurismo, no se pueden usar para entrar y salir, se ha perdido la función primigenia de movimiento físico. Porque si uno sale por la ventana lo que hace es defenestra­rse.

La puerta es símbolo eterno de obertura, de transición, pero también de cierre, de reclusión

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