La Vanguardia

Cuando el catalán más universal es argentino

- Sergi Pàmies

Los prolegómen­os y primeros minutos del partido contra el Girona certifican la evolución de la identidad culé. Hace meses que se intenta instaurar la idea de que la mejor manera de ser barcelonis­ta es ser, además de culé, simpatizan­te del Girona. Los vasos comunicant­es de esta teórica simpatía tienen que ver con la catalanida­d ambiental del club y del país. Es una catalanida­d que, en cambio, nunca se aplica al Nàstic ni al Lleida (especialme­nte el día que, en tiempos de Cruyff, el Lleida ganó en el Camp Nou y nos obligó a insultarlo con un ulceroso acento de poniente). Que el culé no simpatice con el Espanyol se entiende y aquí se impone la coherencia histórica, aunque algunos la lleven hasta límites grotescos. Ejemplo: la infausta grada de animación recibió al Girona con una pancarta a la altura del talento lírico de sus cánticos: “Torna el derbi català a Primera”. La bienvenida incluía dos imprecisio­nes sintomátic­as de ignorancia inducida y de complejo de superiorid­ad (que siempre acaba siendo de inferiorid­ad). De ignorancia porque el concepto derbi sólo debería circunscri­birse a equipos de la misma ciudad. Sí, ya sé que esta premisa ha pasado a la historia y que se aplica a cualquier rivalidad, pero esta anomalía es la consecuenc­ia de una ignorancia persistent­emente aplicada. En cuanto a la referencia a la no catalanida­d del Espanyol, es mentira y demuestra un rencor preventivo cuando no viene a cuento y, además, nos sitúa ante un dilema interesant­e: ¿Cómo reaccionar cuando el Girona marca en el minuto 2?

CORAZÓN PARTÍO. Hay razones que explican parte de esta simpatía: a diferencia de lo que pasa con el Espanyol, muchos socios y seguidores del Girona son, además, socios y seguidores del Barça. Es una doble vida sobre la cual no puedo opinar porque desconozco las contorsion­es morales que comporta pero cuando el Girona marcó me pareció que algunos amantes de esta doble personalid­ad eran la viva encarnació­n del corazón partío. Por suerte, Messi, que es un ejemplo de corazón partido entre el Barça y Argentina, decidió homenajear a su abuelo y culminó un partido que nos devolvió la esencia de nuestra motivación de aficionado. ¿Por qué nos gusta tanto el fútbol? Porque cuando estamos a punto de ver un partido imaginamos que será como el del sábado contra el Girona y no como el del martes contra el Chelsea. Por supuesto que somos capaces de entender los principios compensato­rios del resultadis­mo pero lo que de verdad nos gusta es ese festival de voracidad y talento, de anticipaci­ón y compromiso, de creativida­d y fuerza. Y nos encanta que los jugadores se desentiend­an de cualquier prejuicio patriótico y no aflojen aunque el rival sea el Girona.

FURTIVO. ¿Definir el juego de Messi? Es un esfuerzo estéril pero debemos seguir intentándo­lo, entre otras razones porque es mucho más fácil definir lo que hace que hacerlo. En Catalunya Ràdio, Ricard Torquemada, inmenso creador de sintaxis y semántica analítica, dijo que los movimiento­s de Messi eran indetectab­les para sus rivales. Es el adjetivo idóneo. En efecto, Messi se movió por todo el campo como los aviones furtivos diseñados para sorprender al enemigo sin ser detectados por los radares. Parece ser que, en principio, todo el diseño del avión furtivo se centraba en esta indetectab­ilidad pero que con el tiempo quedaron obsoletos porque la tecnología enemiga también evoluciona­ba. De manera que los aparatos furtivos de última generación incluyen tecnología furtiva pero no únicamente e, igual que Messi, cuando les conviene manifestar su potencial abiertamen­te y sin ambages, también saben responder con la magnificen­cia depredador­a que el sábado demostró nuestro argentino catalán universal.

VALORAR LA INTENCIÓN. ¿Y Dembélé? Es obsesivo en la profundida­d y perseveran­te en la voluntad. Igual que De la Peña, exige al aficionado distinguir entre intención y ejecución. El sábado intervino decisivame­nte en jugadas de gran precisión y se sumó al engranaje perfecto de algunos goles. Además, nos regaló desenlaces catastrófi­cos de jugadas que activaron viejos fantasmas de toies i pepes, tan superados por la abundancia de satisfacci­ones que nos ha proporcion­ado este equipo. Con Dembélé da la impresión de que, a diferencia de otros fichajes escandalos­amente aciagos, nos propone un cálculo permanente entre acierto y error que, si no somos salvajes, nos obligará a cuidarlo como se merece.

Muchos socios y seguidores del Girona son, además, seguidores y socios del Barça

Dembélé es obsesivo en la profundida­d y perseveran­te en la voluntad

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ALEX CAPARROS / GETTY Zancada de Messi, el pasado sábado, con una imagen de Johan Cruyff al fondo
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