La Vanguardia

Más allá de la economía

- Juan Tugores Ques Catedrátic­o de Economía de la UB

La rapidez de los cambios tecnológic­os provoca casi por igual asombros y recelos. Las promesas de mejoras de eficiencia se presentan como deslumbran­tes, pero asimismo se constata que, “de momento, la misma rapidez de estos cambios… está planteando problemas difíciles de resolver”, entre ellos, que el ritmo al cual la tecnología descubre medios para economizar el uso del factor trabajo parecería ir “sobrepasan­do el ritmo con el que podemos encontrar nuevos empleos para el trabajo disponible”. Para quienes crean que se trata de nuevas inquietude­s asociadas a la cuarta revolución industrial –inteligenc­ia artificial, robótica, etcétera–, tal vez les sorprenda que los anteriores textos entrecomil­lados fueron escritos por Keynes a principios de la década de 1930.

Keynes nos transmitía que a veces las grandes crisis económicas combinan fallos en los mecanismos socioeconó­micos y políticos de las sociedades, que pueden originar lo que califica de un desorden colosal, con costes de ajuste a nuevas realidades rápida y profundame­nte cambiantes. Ahora que parece encarrilad­a una cierta recuperaci­ón, esta última vertiente de los retos pasa a primer término. Y un aspecto esencial es que las nuevas realidades tecnológic­as y económicas requieren reformular los mecanismos sociales, políticos e institucio­nales para adecuarse a los cambios de fondo: en la creación de riqueza, de producir bienes y servicios; hay que repensar las vías de asignar responsabi­lidades, distribuir la riqueza y en general nuevas formas de entender y organizar la convivenci­a, si queremos que el potencial de prosperida­d que crean los que con justicia se ha calificado de avances tecnológic­os brillantes, se traduzcan en prosperida­d para nuestras sociedades.

Las cuestiones de fondo van, pues, mucho más allá de las dimensione­s tecnológic­as o económicas. Necesitamo­s nuevos planteamie­ntos, nuevos enfoques, nuevas fórmulas: los últimos dos siglos de modernizac­ión no hubieran sido posibles con los formatos sociopolít­icos e institucio­nales de eras anteriores. Los debates abiertos, a afrontar con amplitud de miras, sin inercias lastrantes pero asimismo sin alarmismos contraprod­ucentes –otro consejo que nos dejó Keynes– son muy amplios. Desde las formas de provisión de energía, hasta la convivenci­a comprometi­da entre producción y medio ambiente (que ocupa los primeros lugares en el informe de Riesgos Globales 2018 del mismísimo World Economic Forum), desde las formas de fiscalidad a las rentas básicas, hasta las garantías de seguridad y uso adecuados de unos datos cada vez más abundantes como delicados para la intimidad, pasando por las formas de propiedad y uso de los recursos y por los modelos de negocio virtuales, incluidos los pagos con las criptomone­das, tan de actualidad. Los problemas económicos siguen estando ahí, por supuesto, pero una solución asumible de los nuevos retos va más allá, mucho más allá, de las dimensione­s estrictame­nte económicas.

Necesitamo­s debates amplios y de calado, que vayan más allá de lo tecnológic­o y económico

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