Más allá de la economía
La rapidez de los cambios tecnológicos provoca casi por igual asombros y recelos. Las promesas de mejoras de eficiencia se presentan como deslumbrantes, pero asimismo se constata que, “de momento, la misma rapidez de estos cambios… está planteando problemas difíciles de resolver”, entre ellos, que el ritmo al cual la tecnología descubre medios para economizar el uso del factor trabajo parecería ir “sobrepasando el ritmo con el que podemos encontrar nuevos empleos para el trabajo disponible”. Para quienes crean que se trata de nuevas inquietudes asociadas a la cuarta revolución industrial –inteligencia artificial, robótica, etcétera–, tal vez les sorprenda que los anteriores textos entrecomillados fueron escritos por Keynes a principios de la década de 1930.
Keynes nos transmitía que a veces las grandes crisis económicas combinan fallos en los mecanismos socioeconómicos y políticos de las sociedades, que pueden originar lo que califica de un desorden colosal, con costes de ajuste a nuevas realidades rápida y profundamente cambiantes. Ahora que parece encarrilada una cierta recuperación, esta última vertiente de los retos pasa a primer término. Y un aspecto esencial es que las nuevas realidades tecnológicas y económicas requieren reformular los mecanismos sociales, políticos e institucionales para adecuarse a los cambios de fondo: en la creación de riqueza, de producir bienes y servicios; hay que repensar las vías de asignar responsabilidades, distribuir la riqueza y en general nuevas formas de entender y organizar la convivencia, si queremos que el potencial de prosperidad que crean los que con justicia se ha calificado de avances tecnológicos brillantes, se traduzcan en prosperidad para nuestras sociedades.
Las cuestiones de fondo van, pues, mucho más allá de las dimensiones tecnológicas o económicas. Necesitamos nuevos planteamientos, nuevos enfoques, nuevas fórmulas: los últimos dos siglos de modernización no hubieran sido posibles con los formatos sociopolíticos e institucionales de eras anteriores. Los debates abiertos, a afrontar con amplitud de miras, sin inercias lastrantes pero asimismo sin alarmismos contraproducentes –otro consejo que nos dejó Keynes– son muy amplios. Desde las formas de provisión de energía, hasta la convivencia comprometida entre producción y medio ambiente (que ocupa los primeros lugares en el informe de Riesgos Globales 2018 del mismísimo World Economic Forum), desde las formas de fiscalidad a las rentas básicas, hasta las garantías de seguridad y uso adecuados de unos datos cada vez más abundantes como delicados para la intimidad, pasando por las formas de propiedad y uso de los recursos y por los modelos de negocio virtuales, incluidos los pagos con las criptomonedas, tan de actualidad. Los problemas económicos siguen estando ahí, por supuesto, pero una solución asumible de los nuevos retos va más allá, mucho más allá, de las dimensiones estrictamente económicas.
Necesitamos debates amplios y de calado, que vayan más allá de lo tecnológico y económico