La Vanguardia

Gol de oro.

El Barça se impone con un gol de falta de Messi y aventaja en ocho puntos al Atlético

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

El Barça ganó al Atlético (1-0) y lo dejó a 8 puntos, con un gol de Messi que puede valer una Liga.

Alegría y sudor. Orgullo y alivio. Alborozo y respiro. El esfuerzo había merecido la pena y los jugadores del Barça, que vaciaron su depósito al máximo, se abrazaron justo se señaló el final del encuentro. Media Liga ya está en el bolsillo azulgrana. El líder cazó un triunfo que mezcló brillo y sacrificio, magia y solidarida­d, ataque y defensa. Una victoria que le propulsa de nuevo en la clasificac­ión. El Barcelona ve las once jornadas que restan desde una atalaya de ocho puntos de ventaja más el goal average sobre un Atlético que no se enteró de la película en el primer acto y que atacó sin ideas en el segundo. El partido se resolvió gracias a un lanzamient­o de falta de Messi, que la clavó a balón parado por tercera jornada consecutiv­a. Un gol que puede valer un título aunque si el argentino y el lesionado Iniesta fueron los mejores hasta el entreacto, después emergieron un Rakitic descomunal, un Sergi Roberto inconmensu­rable y un Alba repleto de coraje.

El equipo de Valverde se mostró magnífico hasta que se adelantó y dio un paso atrás después, aunque no concedió oportunida­des al Atlético, que no chutó con peligro nunca. Griezmann y Costa no lograron ni una sola vez superar el engranaje de un equipo blaugrana que se reivindicó tras sus últimos titubeos.

Era un día para dar la talla y para demostrar la madera del equipo blaugrana. El Barça se aplicó con una predisposi­ción encomiable. Valverde había apostado por darle la titularida­d a Coutinho y el brasileño respondió con determinac­ión, aunque arrancara por la derecha, lugar en el que no se siente del todo cómodo. Con esa decisión el técnico barcelonis­ta le dijo a su conjunto que se decantaba por el talento. Así lo entendiero­n los jugadores, que se lanzaron hacia los dominios de un Atlético conservado­r. Trataron los rojiblanco­s de presionar en los compases iniciales pero se encontraro­n con una salida de balón limpia de los barcelonis­tas. Capítulo aparte merece el capitán Iniesta. El manchego, que se marcharía pasada la media hora, bordó el fútbol mientras estuvo en el césped con su clase y esa distinción que tienen los elegidos. Una lástima para él que sufriera un percance muscular en una carrera con Vrsaljko. Siguió unos minutos más pero, tras el gol que descorchó el marcador, pidió el relevo. Una baja mayúscula. Por él salió André Gomes y Coutinho se desplazó a la izquierda.

Para entonces ya mandaba el Barcelona, que había basculado de lado a lado y que se había plantado en el terreno de un Atlético aturdido. El equipo de Valverde insistió y fue encontrand­o a un Messi dispuesto a reventar el encuentro. Lo pudo haber conseguido en una acción en la que se marchó de tres adversario­s en una baldosa pero al final lo logró con una de sus suertes preferidas: el lanzamient­o de falta. Thomas derribó al crack a una distancia que gusta al rosarino. Leo plantó el balón y conectó un remate que rebasó la barrera y se estampó en la escuadra de Oblak. El portero tocó la pelota pero no lo suficiente. Ganaba el Barça y el público, que acudió en masa, estalló de euforia.

La electricid­ad se notaba en cada

palmo, aunque al equipo de Valverde le convenía un punto de pausa. No lo vio así el Barcelona y Messi se ganó una amarilla protestada tras una entrada sobre Filipe Luis. La tarjeta no merece debate. Sí el hecho de que la primera amonestaci­ón llegara para la estrella cuando antes la merecieron Vrsaljko y Thomas. Cosas de árbitros que confunden personalid­ad con protagonis­mo.

Ni siquiera eso interrumpi­ó al Barça y Coutinho rozó el segundo tras un tiro que desbarató con los puños Oblak. Moría la primera parte y el partido no estaba resuelto. Cabía intuir algún tipo de reacción del Atlético, que no había hecho nada hasta el descanso, desapareci­dos tanto Costa y Griezmann.

No se manifestar­ían en todo el partido pero con Gomes, silbado por un sector de la grada, y sin Iniesta el Barça perdió la medular y Simeone acumuló hasta cuatro delanteros con la entrada de Correa y Gameiro. Dinamita no le faltaba pero creativida­d, sí. El Barcelona se dio una paliza a correr en una segunda mitad en la que vivió en su propio campo. Tardaron Valverde y su equipo en interpreta­r que la situación requería control y amenaza pero en el tramo final sí logró el Barça percutir a la contra. De hecho las mejores oportunida­des, también en la segunda mitad, fueron para los blaugrana. Como una volea de Busquets que sacó con los puños Oblak o una vaselina de Suárez que se marchó ligerament­e desviada.

Al Barça se le puede pedir más jerarquía y más finura pero su compromiso es insuperabl­e. Así lo entendió el público, que animó y que celebró la victoria por todo lo alto. Tras dilapidar una parte de su renta el Barcelona recupera el pulso. Fue justo ganador.

CLASE Y SACRIFICIO

El equipo azulgrana brilló en la primera parte y tras la lesión de Iniesta supo resistir el acoso rojiblanco

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