De David a Cicerón
FUE en el municipio de Golmés (Lleida) donde Artur Mas utilizó por primera vez en un discurso público el mito bíblico del pequeño David capaz de vencer al gigante Goliat. Era a las puertas de que firmara el decreto de convocatoria del 9-N (27/IX/2014), y en estos últimos tres años y medio el concepto se ha repetido como metáfora de un pueblo pequeño como Catalunya que también tenía en sus manos ganar su combate a la poderosa España. La fórmula para hacerlo era, como en la antigüedad, no vencer por la fuerza sino “por la habilidad y la astucia”.
A pesar de cómo han ido las cosas (políticos en la cárcel y en el exilio, cese del Ejecutivo catalán, aplicación del artículo 155 suspendiendo el autogobierno y un sumario abierto en el TS de consecuencias incalculables), el mito de David y Goliat (1 Samuel 17) sigue siendo un recurso retórico de Carles Puigdemont en Bruselas, como lo demuestra el hashtag del viernes “Puigdemont versus Spain”, que remitía a la épica del Antiguo Testamento.
Sin embargo, el investigador Malcom Gladwell publicó hace un tiempo que el frágil israelita David pudo vencer al gigante filisteo Goliat porque este último, además de ser enorme, pesado y poco ágil, tenía acromegalia, un tumor cerebral que le aprisionaba el nervio óptico y le convertía en un profundo miope. Es decir que Goliat no es que no viera la piedra de la onda de David, sino que apenas lo percibió a él en la distancia. Así que su victoria no fue exactamente una cuestión de astucia.
Si Mas hubiera leído a Stefan Zweig (Momentos estelares de la humanidad), sabría que en su retrato de Cicerón –que se enfrentó temerariamente al poderoso Julio César– advierte: “Lo más prudente que puede hacer un hombre sensato y no muy intrépido cuando se encuentra con otro más fuerte que él es evitarlo y, sin avergonzarse, aguardar un cambio, hasta que el camino vuelva a quedar libre”.