Raúl Chapado
PRESIDENTE DE LA RFEA
Raúl Chapado (47) puede respirar tranquilo. La generación del boom ha madurado. España cerró los Mundiales en pista cubierta con dos podios, aparte de la estricta descalificación de Husillos, que había ganado el 400.
En pleno festín etíope, Adel Mechaal (27) remó tanto como pudo. Fue quinto en los 3.000 m.
–Estos tipos son unos bestias –dijo Mechaal más tarde, en la entrevista televisiva para Teledeporte.
Había acabado unos pasos por detrás de los etíopes, el flaco Kejelcha y el niño Barega, oro y plata, y media hora antes de que Tefera, otro niño etíope, ganara los 1.500 m.
Este es el espacio de Etiopía, dominador en Birmingham en el mediofondo y el fondo: con la aportación de Kejelcha y Tefera, junto a la de la gran Genzebe Dibaba, los etíopes se han apropiado de los 1.500 y los 3.000, en hombres y en mujeres. Hay vida más allá de Bekele. Mechaal vivió una experiencia extraña. Más o menos, a la manera de los atletas españoles.
Si Husillos lloraba en la víspera, descalificado de su oro y de su récord europeo en los 400, y Ordóñez acababa conformándose con el bronce en los 800, tras haber acariciado la plata (qué extraña la descalificación y la recalificación posterior del estadounidense Windle), Mechaal no entendía muy bien qué es lo que había pasado en los 3.000. Si esperaba una cosa, salió la otra. Tres etíopes había en esa final. Y dos kenianos. Con esos mimbres, uno se prepara para el vértigo.
–Pienso que los tres etíopes podrían montar una estrategia –anunciaba Antonio Serrano en la víspera. Es el entrenador de Mechaal.
Se suponía que Mechaal estaba listo para esa batalla. Se encontraba tan resistente como rápido, dispuesto a desenvolverse en cualquier escenario. Había podido comprobarlo en sus últimas sesiones en la pista cubierta de Gallur, a un paso de Madrid. Como colofón a un largo entrenamiento, volaba en las series de 200 m. Y también en las de 300.
Estaba bien en lo largo y lo corto, aunque tenía sus preferencias:
–Si la carrera sale rápida, mejor para mí –contaba en la víspera. Sorpresa.
Lo que pasó es que no hubo estrategia etíope. La carrera fue una guerra de guerrillas. Una batalla de nervios, con todos apalancados, preparando un zarpazo. Salió todo el grupo al paso y los tres etíopes se pusieron a cola. Mechaal se vio delante, junto al alemán Bleistein, y el ritmo fue ridículo. Cruzaron el primer kilómetro en 3m08s24, mientras Mechaal miraba a un lado y al otro, frenéticamente contenido.
–Me encontraba en estado de shock, no me esperaba eso –dijo. La cosa se iba a liar.
Luego arrancó Kejelcha y sí, cier- to: se lió. Se formó la fila india. Kejelcha empezó a marcar vueltas a 31 segundos, y luego a 30, y a 29, en un ejercicio táctico impecable, y por detrás todos se repartían codazos. Mechaal se vio retrasado y tuvo que remar para recolocarse a mitad de grupo. Con la carrera lanzada, recuperar tres metros era un esfuerzo supremo. Lo pagó.
Llegó a estar allí a falta de 600 m, pero para entonces se le veía muy forzado, con escasas opciones. Estaba persiguiendo al estadounidense Kipchirchir cuando debería estar metido en el autocar etíope, que iba cuatro metros por delante.
Kejelcha no soltó la cabeza. Marcó 2m22s en el último mil. Acabó en 8m14s41, un segundo y medio por delante de Mechaal (8m16s13).
–Mechaal no está disgustado. Solo piensa en seguir trabajando –dijo Serrano a este diario.
FESTIVAL VERDE
Los atletas de Etiopía acapararon el oro en los 1.500 y los 3.000, tanto en hombres como en mujeres