Alianzas necesarias
La creciente internacionalización de la bolsa española; y la decisión de las bases del socialismo alemán de apoyar una nueva coalición con la democracia cristiana.
LA internacionalización de la bolsa española crece sin cesar. Los inversores extranjeros ya son propietarios del 44% del valor de mercado de las empresas cotizadas aquí, lo que supone un nuevo máximo histórico. El fenómeno es general en toda Europa, pero en España es mucho más intenso, ya que la media comunitaria de presencia internacional en sus bolsas es del 38%. Dicha presencia del capital extranjero en la bolsa española se pone especialmente de manifiesto en las cifras de contratación del mercado, ya que los inversores foráneos negocian de promedio ocho de cada diez euros que se intercambian en las transacciones, lo que supone un porcentaje extremadamente elevado.
¿Es buena o mala para la economía española una presencia tan alta de capital internacional en la bolsa nacional? En principio, hay que verlo como un hecho positivo porque refleja la confianza de los inversores extranjeros en la economía del país, pese a los avatares políticos que se han registrado en los últimos tiempos. Los problemas derivados del proceso independentista de Catalunya no parecen haber hecho mella en esa confianza porque, como dijo en su día el ahora exministro de Economía Luis de Guindos, los inversores extranjeros nunca creyeron que pudiera llegar a tener éxito. La aplicación del artículo 155 de la Constitución ha dado la garantía suficiente, al menos por el momento, de estabilidad política y económica en el país.
La importante presencia de capitales internacionales en la bolsa española es, asimismo, reflejo de la confianza en la buena marcha de las empresas en las que invierten y en la acertada gestión de sus directivos. En ese sentido, la inversión bursátil extranjera es garantía de que están haciendo las cosas bien, con adecuada visión de futuro, ya que los principales fondos que invierten en las compañías españolas realizan un cuidadoso seguimiento de estas.
El aspecto más preocupante de la situación, en el otro plato de la balanza, es la creciente pérdida de soberanía financiera que comporta la masiva presencia de capital internacional en las empresas españolas, a través fundamentalmente de los mayores fondos de inversión del mundo, con sede principalmente en los centros financieros de Wall Street, Londres, Asia o el golfo Pérsico. Los gestores de este capitalismo anónimo, que representa los intereses de millones de ahorradores, son quienes se han convertido en los amos de la bolsa española al desplazar a buena parte de los tradicionales accionistas autóctonos, como eran el Estado, los bancos y las antiguas cajas de ahorros. Los accionistas individuales, asimismo, han optado por invertir en bolsa a través de fondos de inversión colectiva.
La creciente presencia de fondos internacionales en las empresas españolas puede suponer, asimismo, un factor de vulnerabilidad, porque no tienen el mismo grado de fidelidad y de permanencia en las compañías que podían tenerel Estado, los bancos nacionales olas familias propietarias, ya que están siempre dispuestos a des invertir ala mínima dificultad que sur ja, al operar con la mirad apuesta en los beneficios a corto plazo.
La dependencia de la economía española del capital exterior no sólo se refleja en su elevada presencia en la bolsa sino también, como es sabido, en que gran parte de su endeudamiento, tanto público como privado, lo tiene asimismo con los grandes fondos y bancos internacionales. La economía española, por tanto, está cada vez más globalizada, y ello limita al mínimo los márgenes de maniobra de sus dirigentes, tanto políticos como empresariales.