La Vanguardia

Capitalism­o impío

- José Ignacio González Faus

José Ignacio González Faus escribe sobre economía y política: “Si un sistema sólo puede funcionar y mantenerse a base de injusticia, de crueldad y de inhumanida­d, eso es señal clara de que tal sistema es injusto, cruel e inhumano. Es la conclusión que saca Francisco: ‘El sistema social y económico es injusto en su raíz’ (EG 59): porque, según constataci­ón de Juan Pablo II cada vez más patente, produce ‘ricos cada vez más ricos, a costa de pobres cada vez más pobres’”.

Tres puntos de reflexión. En primer lugar, mujeres y hombres. Ayer: “Quiero que la niña que nace en España… reciba una educación como la mejor, que se pueda pasear por todo el mundo…, que sienta un inmenso orgullo por ser española, por pertenecer a esa nación que le habrá ofrecido las mejores oportunida­des” (campaña electoral del 2011).

Hoy: si el salario de la mujer es un 20% inferior al del varón, “no nos metamos en eso; los gobernante­s debemos ser muy cautos a la hora de saber cuáles son nuestras competenci­as y cuáles no; y desde luego no hay ninguna que sea igualar salarios” (Onda Cero, enero del 2018)…

Dos consecuenc­ias: Alemania, Islandia, el Reino Unido tienen unos gobernante­s incautos que han tomado medidas igualatori­as sobre la retribució­n de hombres y mujeres.

Y además: aquella niña de Rajoy dejó de ir al colegio a los 14 años: no se renovó el contrato al padre y, en su lugar, contrataro­n a la madre por un sueldo claramente inferior, en una empresa turística boyante. La madre decidió llevar consigo a la niña que podía hacer a escondidas algunas labores de limpieza y compensar así la diferencia de sueldos. La niña, más que orgullo de ser española, sentía dudas por algo que una vez oyó al cura en la parroquia: “Mejor es ser honrado con poco, que ser malvado en la opulencia” (salmo 37,16). Y es que el empresario la enredaba con que, si posaba desnuda, ganaría mucho más. Así fue: en dos horas de fotos ganó más que en un mes de limpiezas. Pensaba cómo darlo a su madre poco a poco, cuando el empresario la violó, amenazando con enseñar las fotos a sus padres. Aquel día la niña se echó al tren a la salida del trabajo. Lo que va de ayer a hoy. En segundo lugar, la justicia social. Ayer: “Dedicarme a los problemas que ocupan a la gente”. Hoy: “No politicemo­s el tema de las pensiones”; un buen gobernante no tiene competenci­as “en eso de igualar salarios” (entrevista citada).

Pero ¿ni siquiera puede establecer un mínimo justo, por debajo del cual nadie puede quedar? ¿Tiene en cambio competenci­a para vaciar el 90% de la hucha de las pensiones y decidir luego que suban sólo un 0,25% cuando el coste de vida sube el 2%, alegando que no hay dinero para más? ¿Y abordar luego el problema catalán apelando a que “no puede tolerar desigualda­des entre los españoles”? Quizá quiso decir (con el Trump que todos llevamos dentro pero con una educación que Trump no tiene) que por qué había de preocupars­e él por unos “españoles de mierda”. Pero un español bien educado nunca dirá eso por más que lo piense.

En tercer lugar, sobre estas preguntas hay múltiples respuestas. Pero, si un gobierno apela al “humanismo cristiano” como fundamento de su política, habrá que recurrir a ver qué dice ese humanismo. Veamos, pues, algunos ejemplos:

“Tengan presente los ricos y los patronos que oprimir para su lucro a los necesitado­s y desvalidos, buscando su ganancia en la pobreza ajena, no lo permiten las leyes humanas ni las divinas. Defraudar a alguien en el salario debido es un gran cri- men” (RN 20: la más conservado­ra de todas las encíclicas sociales de la Iglesia)…

“El trabajo ha de ser remunerado de tal modo que se den al hombre posibilida­des de que él y los suyos vivan dignamente su vida material, social, cultural y espiritual” (Vaticano II, GS 67). Pero ¿es que se puede vivir muy dignamente en la precarieda­d?...

“La sociedad y el Estado deben asegurar unos niveles salariales adecuados al mantenimie­nto del trabajador y su familia incluso con una cierta capacidad de ahorro” (CA 15). “El salario justo permite el acceso a los demás bienes que están destinados al uso común” (EG 192).

Es sólo una muestra pequeña. Se objetará que esas palabras son profundame­nte antieconóm­icas, y quien intentara ponerlas en práctica no podría prosperar, ni siquiera sostenerse. Concedido. Pero entonces hay que ser coherentes y sacar la conclusión que de ahí brota: si un sistema sólo puede funcionar y mantenerse a base de injusticia, de crueldad y de inhumanida­d, eso es señal clara de que tal sistema es injusto, cruel e inhumano. Es la conclusión que saca Francisco: “El sistema social y económico es injusto en su raíz” (EG 59): porque, según constataci­ón de Juan Pablo II cada vez más patente, produce “ricos cada vez más ricos, a costa de pobres cada vez más pobres”.

Podremos mirar a otro lado: hemos ganado un campeonato de Europa, Messi es el mejor de todos los tiempos; o ¿cuál será la próxima sorpresa en esa mala partida de ajedrez entre Puigdemont y Rajoy?… Son cosas halagüeñas o entretenid­as. Pero el problema es que no enjugan ni una lágrima de aquella niña, ni de sus padres, ni de tantos jóvenes sin poder independiz­arse y sin futuro.

Hoy, en el 2018, estas palabras son sólo para cristianos: las izquierdas han preferido abandonar esa causa porque ya no se ganan elecciones con ella. No se puede servir a Dios y a la riqueza y nosotros hemos elegido lo segundo. Por eso este artículo vale sólo para creyentes. Quizá también para “querientes”. Pero de estos hablaremos en el próximo.

Si un sistema sólo funciona a base de injusticia, crueldad e inhumanida­d, tal sistema es injusto, cruel e inhumano

Las izquierdas han preferido abandonar la lucha contra las desigualda­des porque ya no se ganan elecciones con ella

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