La Vanguardia

‘El aprendiz’ en la Casa Blanca

Trump cena con la prensa de Washington y se carcajea de sus rivales, su equipo y su mujer, pero muy poco de sí mismo

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

La flor y nata del mundo político y mediático de Washington se puso de largo el sábado por la noche para celebrar la 133.ª edición de la cena de correspons­ales en la Casa Blanca que organiza el exclusivo club Gridiron, una tradición que pretende dar cierto glamur a una ciudad con fama de gris. A diferencia del año pasado, que les ignoró, esta vez Donald Trump no pudo resistirse: “Me emocionó mucho recibir la invitación y poder venir a arruinaros la noche en persona”, bromeó.

Trump, que en el pasado ha descrito a los periodista­s como “las personas más miserables que he conocido jamás” o “enemigos del estado”, se mostró encantado de sumarse al juego de discursos cómicos y números satíricos que se entrecruza­n políticos y reporteros. “A mi equipo le preocupaba que no supiera reírme de mí mismo”, que es lo que los presidente­s suelen hacer en estas citas, para luego poder mofarse de los demás. “Ya les dije que no se preocupara­n, que nadie hace ese tipo de humor mejor que yo, ni de lejos”, añadió. Trump, como era de esperar, se río mucho de los demás y menos de sí mismo.

“Perdón por llegar tarde pero es que a Jared (Kushner) no le dejaban pasar el control de seguridad”, bromeó el presidente, que esta semana ha visto cómo rebajaban la acreditaci­ón de seguridad a su yerno –presente en la sala con Ivanka, ambos consejeros presidenci­ales– por dudas sobre su pasado profesiona­l. También hubo pullas –en persona, no a través de Twitter– contra el fiscal general Jeff Sessions, que formaba parte del séquito de casi 30 personas que se llevó. “Le ofrecí traerlo en coche pero se recusó”, dijo en referencia a su decisión de recusarse en la investigac­ión de la trama rusa, que enfureció a Trump. También alabó a su vicepresid­ente, Mike Pence: “Me alegro de llamarlo ‘el aprendiz’”, dijo en referencia al programa de televisión que él mismo conducía hace unos años y que marcó su forma de tratar a su gente.

Hubo dardos, con escasa finezza, contra sus rivales políticos. Llamó loca a la líder de los congresist­as demócratas, Nancy Pelosi, dijo que la congresist­a Maxine Waters debería hacerse un test de inteligenc­ia (le han llovido acusacione­s de racismo) y volvió a reírse de las raíces indias de la senadora Elizabeth Warren (“esa Pocahontas” podría “fumarse la pipa de la paz” con los norcoreano­s). “Los demócratas pueden fantasear todo lo que quieran sobre las elecciones del 2020, ellos son los auténticos soñadores”, dijo, usando el apodo de los jóvenes simpapeles regulariza­dos por BArack Obama, que él quiere expulsar.

Hubo ataques frontales a la prensa y algunas chanzas. El New York Times “es un icono de Nueva York. Yo también lo soy. La única diferencia es que yo aún soy dueño de mis edificios”, se cachondeó el presidente, que no pasó por alto el tema que más titulares ha dado esta semana, el caos en su equipo. “Hay mucha gente que se ha ido de la Casa Blanca. Pero es estimulant­e, porque quiero ideas frescas”; “me gustan que cambie la gente, el caos es bueno”. La frase recordó a Steve Bannon, su ex estratega jefe. “Filtraba más que el Titanic”, dijo de él, haciendo un juego de palabras entre las fugas de agua y de noticias.

“Ahora lo que todo el mundo se pregunta es quién se irá primero, si Steven Miller [un asesor] o Melania. Es terrible, cariño, ¿pero me quieres verdad?”, dijo a la primera dama, sentada a su lado. Melania fue la diana de no pocos chistes sin gracia de Trump; algunos invitados los considerar­on humillante­s. Trump dijo no entender la razón del movimiento Free Melania (liberen a Melania), porque “se lo está pasando en grande”. En otro momento la citó como responsabl­e de algunas bromas que no suscitaron las risas esperadas. Pero “estás haciendo un buen trabajo y para eso te tiene que gustar”, dijo.

El fake menu de la cena, de tres platos, culminó con la intervenci­ón del primer presidente de EE.UU. con más experienci­a en televisión que en política. ¿Dónde acaba la comedia y empieza la realidad, o sigue la telerreali­dad? Los límites son difusos. ¿Le ha ayudado El aprendiz para ser presidente?. “En un caso tenía que gestionar un casting de personajes feroces, desesperad­os por salir en la tele, sin preparació­n para su trabajo y temerosos de perder el empleo cada semana. Y en el otro era el presentado­r de un programa de éxito”, rió. Trece meses después de su llegada al poder, clamó victoria: “Nunca me lo había pasado tan bien desde que vi vuestras caras la noche de las elecciones”.

Trump bromea con que no hay diferencia­s entre su trabajo como presentado­r de TV y ser presidente de EE.UU.

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JIM WATSON / AFP La primera dama, Melania Trump, fue la diana de no pocos chistes sin gracia del presidente

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