Y la nave va
Catalunya revela síntomas de recuperación económica mientras la vida política sigue en su bucle caminando hacia unas terceras elecciones en tres años. Que Catalunya continúe sin tener gobierno parece que ya no le preocupa a nadie.
Ahora que Italia ha celebrado nuevas elecciones con un complicadísimo mapa político, cabe preguntarse si Catalunya se parecerá cada vez más al país transalpino donde la economía y la política no van precisamente de la mano. Catalunya ha liderado la creación de empleo en España en el mes de febrero en un trimestre donde el INE pronostica una aceleración de la economía en todo el conjunto del Estado. El consumo también ha mejorado como demuestra el sector de la automoción donde las matriculaciones subieron un 20% en enero y un 13% en febrero. El parón en el consumo del mes de octubre parece que se va ya superando y el sector inmobiliario vuelve a alzar el vuelo. En general, la economía catalana camina fuerte gracias al nivel de las exportaciones y a los recursos que deja el turismo. La situación de la política catalana, en cambio, sigue enquistada y nada parece pensar que vaya a pasar a una situación mejor. Los ciudadanos catalanes apostaron el 21-D por reeditar el apoyo a las fuerzas independentistas que se presentaron con discursos ambiguos donde unos días hablaban sobre la continuidad de la República y otros sobre la asunción de políticas más realistas o finalmente recurrían al victimismo por la detención de algunos de sus dirigentes. Este cóctel fue más efectivo que las apelaciones de otras formaciones que intentaban superar la etapa del procés y planteaban un nuevo escenario más realista. Dos meses después de las elecciones, los partidos soberanistas no están aprovechando esta segunda oportunidad y andan más preocupados en la confrontación con el Gobierno de Mariano Rajoy que el de construir una alternativa de gobierno en Catalunya. Es una etapa en donde la CUP, a pesar de tener ahora sólo cuatro diputados, vuelve a tener protagonismo y va marcando las decisiones de los grupos soberanistas más mayoritarios. Es una historia ya sabida. Los focos de la actualidad política vuelven a estar sobre los letrados del Parlament o los jueces del Constitucional, y los medios especulamos sobre sus decisiones y sobre el impacto que estas tendrán sobre el calendario electoral. Es cuando empezamos también a analizar qué pasaría si Carles Puigdemont o Toni Comín dejaran sus actas de diputados para que JxC y ERC tengan mayoría o que pasaría si en lugar de Jordi Sànchez se propone a otro candidato que sea mejor visto por la CUP. Y bla, bla, bla.
Y mientras tanto, el 155. Nunca hubiéramos podido imaginar que los partidos soberanistas pudieran aceptar tan tranquilos seguir sin recuperar su gobierno y mantener esta situación temporal que se puede eternizar aún más en el tiempo. He leído y escuchado como argumento que es que no quieren volver a la vía autonomista. Pero la realidad es la que es y Catalunya nunca ha salido de esta vía. Para Puigdemont, la República está en la mente de muchos catalanes pero una cosa son los deseos y otra la realidad. Así van pasando los días y aunque parece que JxC y ERC han llegado ya a un acuerdo para la distribución de las carteras, nada parece indicar que lo hayan hecho sobre el tipo de gobierno que quieren ejecutar. Un gobierno frentista ante el Gobierno o un ejecutivo que, según la palabra de algunos dirigentes de ERC, sea efectivo para todos los ciudadanos. Las viejas heridas entre los dos grandes partidos independentistas son tan grandes que parece difícil que puedan desaparecer por arte de magia. Si a ello les sumamos las trascendentes elecciones municipales del próximo año donde ambas formaciones se lo juegan todo, se puede predecir un escenario complicado de ruido y tacticismo de salón.
Al repasar estos últimos meses, siempre he pensado que el independentismo estaba ganando la batalla a la errática y pasiva política del Gobierno del PP, principalmente por la baza del referéndum, que con apoyos del 80% de los catalanes era un argumento difícil de batir. Desde agosto pasado, en cambio, los soberanistas no paran de cometer error tras error y sólo la discutible situación penal de los cuatro políticos presos ayuda a que el movimiento se mantenga tensionado. Como escribíamos al principio, sin embargo, la buenas noticia es que la economía catalana parece que se resiente menos de lo esperado de la crisis política. Como escribíamos al principio del artículo, cabe mirar a Italia y citar al gran Federico Fellini para concluir que pese a todo, la nave va.