Periodismo infiel
La mayoría de los medios de comunicación debería dejar de perseguir a los ciudadanos de un modo tan groseramente desesperado. No puede basar su estrategia en acecharles tanto en los soportes tradicionales como en los nuevos escenarios y plataformas: redes sociales, dispositivos móviles…
Si las empresas periodísticas no son capaces de anudar lazos de interés mutuo y beneficio recíproco, lo tendrán muy difícil en el futuro. Es decir, para sobrevivir en el universo digital –entre inteligencia artificial y big data, entre internet de las cosas y blockchain–, no basta con ser un cazador al estilo clásico.
Ellos, los cazadores de la comunicación, tienden a reducir a un paquete básico y estándar todo lo diverso que quieren contarles a personas y grupos muy diferentes y que están en situaciones y contextos que poco tienen que ver entre sí. Pero hoy la polifonía está imponiéndose a su voz solista, y la buena educación, a sus malos modales.
Es un error dirigirse a millones de individuos según la posición de emisor hegemónico. Lo más inteligente y elegante es fijarse en la condición plural de la audiencia antes que en la naturaleza profesional de los medios. Si se siguen clonando contenidos en la televisión, la radio, los periódicos, Facebook, Twitter, etcétera, aparentemente se ahorrará porque la producción conjunta será más barata. Sin embargo, lo que realmente pasará es que en última instancia habrá menos ingresos, puesto que los usuarios acabarán buscando material a medida.
Los agentes del sector de la información han sido egocéntricos durante décadas. Se han peleado con sus competidores con acritud y han sido soberbios al minimizar las críticas y quejas de sus consumidores. Han sido cazadores. Por suerte, son buenos aprendiendo. Ahora deberían esforzarse en sortear la amenaza de las marcas blancas o genéricos del periodismo: buscadores, agregadores, portales de oscura procedencia y dudosa reputación…
Gran parte de las noticias que acogen estas webs han sido fabricadas por medios. No obstante, estos genéricos saben que el vínculo con el cliente es frágil y obran en consecuencia. Rehúsan la lealtad de sus lectores y espectadores a medio o largo plazo a favor de la satisfacción inmediata de su curiosidad. Entre los implicados no hay compromiso alguno, y no puede haber traición si previamente no ha habido lealtad.