El traslado de López López
Tener el apellido repetido, y aún más si es un apellido tan común y popular como el de López, tiene un no se qué de proximidad amable y arraigada en lo más cotidiano de este país. ¿Cuántos López lo han construido? Me vienen a la memoria varios López que lo han mejorado. López Raimundo, que no tiene símbolo, estatua ni calle, sólo una canción de Raimon que dice que lo había conocido siempre igual y con la bondad en la cara. O López Picó y sus versos llenos de fe, o López Crespi y su compromiso político, que además de ser perseguido lo condujo a revelarnos en sus libros el crecimiento de los obreros en Catalunya y en Mallorca; o el editor López Llausàs, o .... Un país lleno de López que lo han hecho y le han dado forma. Y López López también, por supuesto; pero de todos los López que recuerdo es el único con plaza, monumento y título. Título de marqués y de Grande. Son muchos honores. Expresan la admiración de una parte de la élite barcelonesa y la Corona hacia el hombre hecho a sí mismo con ingenio, pocos escrúpulos y gran capacidad de seducir al poder en favor del negocio propio. Fue muy activo en la cadena del tráfico negrero. Lizbeth J. Chaviano Pérez y Martín Rodrigo Alharilla nos han explicado en un gran libro (Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica. Icària 2017), de qué manera se encargaba de recibir en el Oriente cubano las partidas que los buques negreros llevaban clandestinamente desde África, y cómo vendía aquellos africanos esclavizados, una práctica comercial ilegal desde 1820. Nada era ocasional; en 1871 constituyó el Círculo Hispano Ultramarino de Barcelona, que actuó como lobby para garantizar el dominio del trabajo esclavo en Cuba y Puerto Rico, detener la opción de políticas reformistas y mantener el modelo de explotación tradicional de la colonia.
López fue un mecenas importante, ambicionaba ser aceptado en los círculos sociales reputados; y fue una suerte, porque el universo cultural de la Renaixença salió beneficiado de sus anhelos y dinero. La cultura ayuda a tapar pasados incómodos. Por todo eso, por el historial de críticas y de impugnaciones que ha tenido la estatua de López a lo largo de los años, el Ayuntamiento ha optado por trasladar la escultura de Antonio López López al Centro de Colecciones del MUHBA. Traspasada de la peana al museo, la escultura pierde la ejemplaridad pública y queda a disposición de usos patrimoniales diversos.
Hay quien reprocha los cambios de símbolos, nombres o esculturas sosteniendo que son historia de la ciudad y que su exclusión del espacio público es una reescritura maligna de la historia. A veces este reproche se lanza con un tono de voz muy alto, acompañado de ligeras imprecaciones o menosprecio. Osaría decir que es una opinión como mínimo imprudente. Y es que trasladar un monumento, cambiar de nombre una calle, no reescribe la historia. Más bien expresa la evolución de la ciudad, del gusto, las ideas, el pensamiento, las hipótesis de futuro o las éticas. La Barcelona moderna, que rechaza todos los modelos de esclavismo, ¿ha de mantener en un espacio de ejemplaridad a quien ha sido popularmente impugnado porque representa lo contrario? La evolución no es revisión ni reescritura, ni progreso; es escritura nueva en el texto urbano. Sostener en nombre de la historia –que es evolución– que todo se tiene que mantener igual significa que no tendríamos que sacar imágenes, símbolos y nombres de los dictadores que forman parte del sedimento histórico catalán. Hemos trasladado a López a un entorno adecuado y hemos hecho una fiesta para invitar a todo el mundo que quería celebrar, con cordialidad y alegría, que la estatua salía de la calle y entraba en el museo.
Trasladar un monumento no reescribe la historia, expresa la evolución de la ciudad