¿Tradición o ruido?
El mal estado de campanas y campanarios pone en alerta a los estudiosos, mientras su tañido divide a la población entre partidarios y detractores
Lo que para unos es música, tradición y costumbre, para otros es ruido y contaminación acústica. El tañido de las campanas, que genera controversia entre vecinos, marca el paso de las horas y anuncia misa, difuntos o fiesta. Antiguamente aún eran más las funciones que tenía. Ahora sólo algunos pueblos conservan retazos de este pasado, pero son pocos. La mayoría de las campanas han caído en la mecanización y también en el olvido, según lamentan los campanólogos. De ahí, la necesidad de reivindicarlas como patrimonio histórico y más aún cuando se ha detectado que el estado actual de muchos campanarios es “precario”.
En el Gironès y la Garrotxa se han documentado hasta 444 campanas de 297 campanarios. “Algunos tienen escombros, otros excrementos de palomas. En ocasiones, el martillo eléctrico daña estas piezas que tendrían que estar en un museo. Si se quieren conservar, hay que recuperarlas como patrimonio etnológico”, reivindica el campanólogo Xavier Pallàs, autor del estudio de la Garrotxa.
Los campanarios de Sant Vicens de Viladesens o Sant Pere de Llorà, en el Gironès, son sólo dos ejemplos de mal estado de preservación y deterioro. Otro campanólogo, Blai Ciurana, encargado del inventario del Gironès, precisa que sistemas de sujeción de madera de este instrumento están “dejados” y en “estado de putrefacción”.
En pueblos como Riudellots de la Selva todavía se toca el Virolai al mediodía y en otros municipios del Empordà la llegada del pescado se anuncia con un repique específico. Pero tañidos como el de somatén, ladrón o tempestad, ya han pasado a la historia. “Las campanas eran un elemento de comunicación importante para la población”, defiende Pallàs.
Una situación bien distinta a la actual. Sus detractores advierten que ni los toques horarios son necesarios, y menos durante la noche, ya que perturban el descanso. Esta molestia incluso ha sido motivo de litigio judicial. Es el caso de las campanadas nocturnas de la catedral de Girona. Finalmente, el juzgado dio el visto bueno al acuerdo entre el Capítol de la catecargada dral, el Ayuntamiento y el hotel Histórico de rebajar a partir de mayo el sonido nocturno del toque horario, tras las quejas de unos clientes del hotel porque superaban los decibelios permitidos.
“Por la noche, los toques horarios no tienen sentido. En una sociedad estresada el silencio es un valor”, considera Lluís Gallardo, abogado de la Associació Catalana Contra la Contaminació Acústica. “Las tradiciones no pueden subestimar el descanso de los vecinos”, dice un vecino, Jordi Artigas. Por su parte, Josep Quintanas, miembro de la asociación de vecinos del Barri Vell, asegura que la opinión mayoritaria de los residentes es que “el toque acompaña y forma parte de nuestra vida y nuestra historia”.
“El toque de campanas de cualquier templo es una costumbre, pero es una tradición para aquellos que lo quieran aceptar como tal”, aclara el doctor en antropología social y cultural, Santiago de Llobet, que puntualiza que costumbre es lo que se hace repetidamente en una sociedad a lo largo del tiempo y, en cambio, tradición se basa en los vínculos personales de cada individuo y es más subjetiva y emocional.
Con 4.800 kilos, la Beneta, la en- de marcar las horas en la catedral, es la que más pesa en las comarcas de Girona y la quinta en toda Catalunya. Una campana, de hecho, puede llegar hasta los 15.000 kilos. Según el estudio del Gironès, la más antigua se encuentra en la de la iglesia de Sant Sadurní de Medinyà, que es de 1346. Y en la Garrotxa, la más antigua con la fecha grabada es la de Sant Andreu del Torn, de 1303. “Durante la Guerra Civil se destruyeron el 80% de las campanas de las comarcas de Girona. En muchos casos, se hicieron otras nuevas pero este patrimonio original se perdió. En los años 70 y 80 apareció la mecanización y a partir de los 90 fue la época de oro de la electrificación y quedaron anulados todos los toques tradicionales”, comenta Ciurana.
Pese a la polémica, las iniciativas para preservar este sonido volátil son constantes. La Generalitat declaró los toques de campana como elemento festivo patrimonial de interés nacional a finales del año pasado. La Unesco también declaró los toques manuales, hechos por personas y no de forma mecánica, patrimonio cultural inmaterial.
“No es que las campanas estén en desuso, sino que ha cambiado su uso. Hemos de pensar de dónde venimos y el esfuerzo que ha supuesto para toda aquella gente que iba a toque de campana”, puntualiza Cristina Meléndez, secretaria de la junta de los Amics del Museu d’Art de Girona, entidad que organizó una conferencia y visitas guiadas en los amplios campanarios de Cassà de la Selva y Llagostera. Xavier Masià, uno de los visitantes, asegura que no entiende “esa manía” que tiene la gente con que no toquen y confiesa que desde su casa las oye por partida doble: las de la catedral de Girona y las del Ayuntamiento.
La catedral de Girona reducirá sus toques nocturnos tras las quejas de clientes de un hotel de la zona