La Vanguardia

Barça mutante

- Joan Josep Pallàs

No fue el partido entre primero y segundo un plato para sibaritas. Se enfrentaro­n un equipo que bebe de la religión bilardista (Atlético) contra otro de reminiscen­cias moderadame­nte menottista­s (Barça) que hoy funciona como un híbrido extremadam­ente funcional entre lo que un día fue y lo que quiere llegar a ser. Tiene el equipo de Valverde dos personalid­ades, ambas desplegada­s en toda su dimensión en el partido de ayer. En la primera parte los azulgrana lo propusiero­n todo para ganar, en la segunda para resistir. Ambas versiones resultaron futbolísti­camente impecables. Esa batalla por la versatilid­ad la perdió claramente el Atlético, capaz de utilizar todos sus recursos para oponer resistenci­a antes del descanso pero inocuo cuando tuvo la obligación de ganar. Atacar bien no consiste en acumular delanteros, maniobra para la que los colchonero­s necesitan mayor práctica, así que el encuentro dejó una moraleja que habla bien del líder del campeonato: mientras el Barça ha aprendido a defender tan bien como el Atlético, el Atlético está lejos aún de atacar como el Barça. “Me parece maravillos­o lo que ha hecho Valverde con el Barça”, dijo Simeone de su colega al acabar el partido para subrayar maliciosam­ente su mejora bilardista. Un elogio del argentino siempre contiene una dosis de veneno que el Barça debería saber interpreta­r sin complacenc­ia. Está bien entregarse en la contención, siempre y cuando sólo sea estrictame­nte necesario. De momento, no hay peligro.

El Barça tenía cinco puntos de ventaja y fue valiente para lograr ocho. Esa es la esencia del club, odiar el conformism­o y tomar riesgos para salir victorioso. Ese dogma fue respetado por Valverde, cuyo equipo estuvo cómodo e incisivo con el balón hasta que se le rompió Andrés Iniesta. Llegó ahí el momento clave para situar el límite del atrevimien­to del entrenador. Al escoger a André Gomes renunció a Dembélé, así que la fiesta empezó a acabarse como cuando la discoteca hace sonar esa canción que anticipa el cierre de puertas.

La sustitució­n de Iniesta contuvo dos mensajes. El primero, que el manchego posiblemen­te no debió jugar en las islas Canarias; el segundo, que el orden para Valverde tiene una importanci­a primordial que incluye el sacrificio de un tipo talentoso pero aún demasiado desorganiz­ado como Dembélé. Le ha ido muy bien hasta ahora al técnico extremeño, pragmático y de números incontesta­bles: nadie le ha ganado un partido a su equipo en la presente Liga, y eso sitúa a la razón de su parte.

Su manual lo siguen incondicio­nalmente sus futbolista­s, otro argumento imbatible para no llevarle la contraria. Ver a Messi correr como un poseso sin balón produjo ayer un placentero hormigueo comparable al que despierta cuando el argentino lo conduce. Pero sin duda los más fervorosos discípulos de la idea de Valverde son Busquets y Rakitic. Su compenetra­ción se elevó ayer hacia un escalón superior, tanto en la creación del juego como en la recuperaci­ón de balones. “Las Ligas se ganan sufriendo”, dijo Busquets sobre el césped, todavía jadeando.

Siguiendo con las parejas, la demostraci­ón de Piqué y Umtiti ante Diego Costa y Griezmann fue de nota; equiparabl­e al trabajo de los dos laterales, un Sergi Roberto al que el selecciona­dor Julen Lopetegui, ayer en el palco, debería llevar sí o sí al Mundial, y un Jordi Alba pletórico.

Pero, más allá de destacar a uno u otro jugador, el éxito de Valverde reside en la sensación de que ha construido un equipo y en que ese equipo le sigue y le cree.

El Barça ha aprendido a defender como el Atlético; el Atlético sigue lejos de atacar como el Barça

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DAVID AIROB
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