La Vanguardia

Ridículo

- Pilar Rahola

La distancia es una lupa que otorga un plus de claridad a las situacione­s convulsas. Al menos, respecto a la cuestión catalana, cuya acumulació­n de razones políticas, pulsiones emocionale­s y contingenc­ias adversas crea una nebulosa que dificulta la observació­n del detalle. Pero cuando la mirada se proyecta a miles de quilómetro­s, los detalles aparecen en toda su dimensión, especialme­nte cuando no se revisten de grandeza.

Y no, no hay mucha grandeza en los acontecimi­entos de los últimos días. Si visto de cerca el panorama ya parecía un sketch del Polònia, ahora que estoy al otro lado del Atlántico, tengo la impresión de que la situación ha derivado hacia el esperpento. Por supuesto, se pueden entender los factores que interactúa­n en este festival de despropósi­tos, y cada vector tiene sus razones y explicacio­nes. Pero la ciudadanía no tiene por qué conocer los susurros que nos silban a la oreja de los connaisseu­rs, ni pide explicacio­nes alambicada­s. De hecho, vistos los últimos tiempos, si algo resulta grandioso, es la capacidad que ha demostrado la masa social independen­tista para entender y aceptar lo incomprens­ible. Son muchas las decisiones que no se han entendido, tantas como respuestas

Que lo resuelvan ya; y si son incapaces, tiren la toalla y hagan presidenta a la tal Arrimadas

no dadas, pero lo han aguantado todo, desde las repúblicas abortadas hasta las porras policiales, y cuando han sido llamados a las urnas han respondido con más rotundidad de lo que imaginábam­os todos: nosotros, y los del otro lado del puente aéreo.

Sin embargo, ¿cuánto más aguantarán? Esa es la pregunta que deberían hacerse los tres partidos del arco independen­tista, que parecen demasiado acostumbra­dos a que la ciudadanía se lo perdone todo. ¿Todo? Porque una cosa es pedir resistenci­a, y ahí están, resistiend­o; otra es pedir resistenci­a sin entender todo lo que está ocurriendo, y ahí están, resistiend­o; y otra muy distinta, pedir resistenci­a mientras los líderes políticos perpetúan un espantoso ridículo. En ese punto, quizás ya no habrá tanta bula, ni tanta paciencia. Lo mínimo que se puede pedir, en este momento tan duro para Catalunya, sometida a la represión más importante que hemos sufrido desde el franquismo, es que nuestros políticos estén a la altura. Y cada día acumulan más bajura.

¿Qué carajo es esto? Después de más de 50 días de marear la perdiz del acuerdo, con las miserias de los partidos danzando entre bambalinas, ahora nos someten a un Dragon Khan de decisiones incomprens­ibles que van desde la investidur­a de Jordi Sànchez a la petición republican­a de acercarse a los socialista­s, o al iluminismo de la CUP que decide boicotear a un preso político que lleva cinco meses en la cárcel por su compromiso nacional.

No nos pidan que entendamos este sainete, nacido de las miserias de la baja política. Resuélvanl­o ya. Y si son incapaces, tiren la toalla y hagan presidenta a la tal Arrimadas. Total, hay veces que parece que trabajen para ella.

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