La Vanguardia

Alimento populista

- Fernando Ónega

Directivos de las extintas cajas de ahorros comparecie­ron en el Congreso para dar su versión de la catástrofe. Todos tienen su explicació­n, más o menos creíble, pero las conclusion­es finales son las que conocíamos: que la política penetró sus estructura­s como un virus que infectó todo el sistema, que no hubo gestión profesiona­l, o que en los consejos de administra­ción había bailarinas o taxistas, gente muy respetable, pero que sabía tanto de banca como este escribidor. El resultado fue, como se sabe, una crisis financiera que obligó a aportar 60.000 millones de euros de los que sólo se conseguirá recuperar una mínima parte.

Pero hubo un daño superior y no cuantifica­ble en dinero: ese desembolso está sirviendo para agitar el nuevo descontent­o social. Durante los últimos cinco años se repitió que “hay dinero para rescatar a la banca, pero no lo hay para rescatar a las personas”. Más tarde, con el rescate de las autopistas en quiebra, el argumento se intensific­ó. Y ahora, con la rebelión de los pensionist­as y los salarios devaluados en un 8% desde el comienzo de la crisis, esa simplifica­ción argumental se hizo verdad poco discutible: hay dinero para todo, menos para combatir la precarieda­d y recuperar el poder adquisitiv­o de las pensiones.

Las consecuenc­ias políticas de este discurso están por ver, pero no sería extraño que fuesen una de las causas del declive electoral del Partido Popular. Las consecuenc­ias sociales son inquietant­es. Hay una mayor dificultad para aceptar cualquier medida de ahorro que se quiera imponer. Los sectores con problemas se consideran agraviados si no encuentran una respuesta de tanta generosida­d como la banca o las autopistas. En el caso de las pensiones, el Gobierno está cogido en una trampa: de poco sirven sus razones económicas frente a la fuerza de un solo pensionist­a que dice en televisión que no tiene para comer o reclama que le devuelvan lo suyo. Y, por supuesto, el discurso de dinero para la banca y pobreza para el pueblo es el mejor alimento de los populismos. Este es el servicio que los gestores de la crisis bancaria le hicieron a ese país. Pero eso no está tipificado en el Código Penal.

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