Alimento populista
Directivos de las extintas cajas de ahorros comparecieron en el Congreso para dar su versión de la catástrofe. Todos tienen su explicación, más o menos creíble, pero las conclusiones finales son las que conocíamos: que la política penetró sus estructuras como un virus que infectó todo el sistema, que no hubo gestión profesional, o que en los consejos de administración había bailarinas o taxistas, gente muy respetable, pero que sabía tanto de banca como este escribidor. El resultado fue, como se sabe, una crisis financiera que obligó a aportar 60.000 millones de euros de los que sólo se conseguirá recuperar una mínima parte.
Pero hubo un daño superior y no cuantificable en dinero: ese desembolso está sirviendo para agitar el nuevo descontento social. Durante los últimos cinco años se repitió que “hay dinero para rescatar a la banca, pero no lo hay para rescatar a las personas”. Más tarde, con el rescate de las autopistas en quiebra, el argumento se intensificó. Y ahora, con la rebelión de los pensionistas y los salarios devaluados en un 8% desde el comienzo de la crisis, esa simplificación argumental se hizo verdad poco discutible: hay dinero para todo, menos para combatir la precariedad y recuperar el poder adquisitivo de las pensiones.
Las consecuencias políticas de este discurso están por ver, pero no sería extraño que fuesen una de las causas del declive electoral del Partido Popular. Las consecuencias sociales son inquietantes. Hay una mayor dificultad para aceptar cualquier medida de ahorro que se quiera imponer. Los sectores con problemas se consideran agraviados si no encuentran una respuesta de tanta generosidad como la banca o las autopistas. En el caso de las pensiones, el Gobierno está cogido en una trampa: de poco sirven sus razones económicas frente a la fuerza de un solo pensionista que dice en televisión que no tiene para comer o reclama que le devuelvan lo suyo. Y, por supuesto, el discurso de dinero para la banca y pobreza para el pueblo es el mejor alimento de los populismos. Este es el servicio que los gestores de la crisis bancaria le hicieron a ese país. Pero eso no está tipificado en el Código Penal.