Mujeres en pie de... ¡paz!
Tengo la impresión de que mañana las mujeres la van a liar gorda porque están organizando un día internacional a lo grande, como ningún otro 8 de Marzo, hasta el punto de que no me extrañaría oír:
–¡Se van a enterar los hombres! Yo, lo confieso, soy hombre por razones que no vienen al caso y tengo ganas de enterarme de qué va el mundo en que vivo, porque me temo que de seguir así no habrá otro.
¿Vamos a recibir candela los hombres mañana? Intuyo que un poco de estopa caerá y de estar casado imagino que sería uno de esos cobardes que al oír el primer disparo saltan de la trinchera con los brazos en alto y una bandera del Real Madrid.
Es verdad, los hombres somos un poco desastre en lo de la igualdad de género. Algunos creemos que el hecho de que nos gusten las mujeres ya nos exime de sus problemas, ignorantes de la complejidad de estos.
Uno nació en el siglo XX, cuando la complicidad era un delito tipificado en el Código Penal, y hoy, en cambio, se espera que seamos cómplices de un cambio positivo. ¿Qué trato de decir con semejante obviedad (hoy es día de matices y prudencia)? ¡Mujer! ¡Pues que andamos desubicados, desnortados, o sea, desorientados!
¿Qué distingue a los hombres? La simpleza. Es aterradora la simpleza masculina. Yo veo un balón rodando y hago exactamente lo mismo que hacía a los tres años: pegarle una patada con total determinación. ¿Que el esférico le da en los morros a Juanito, el niño de los vecinos? Igual me río –reacción que detesto– como lamento que “¡menudos morros le han quedado al bueno de Juanito!”. Al día siguiente, aparece otro balón y le vuelvo a dar un puntapié. Es del género
La simpleza masculina es aterradora; veo un balón rodando y hago lo que a los tres años: darle un puntapié
tonto, pero muchos funcionamos así.
La naturaleza masculina exige ciertas aclaraciones, porque nadie negará que mujeres hay muchas, pero justicia sólo hay una y no tiene género, de modo que necesitamos instrucciones urgentes entre cierta sensación de disparidades femeninas.
Yo, que soy algo simple, estoy muy interesado en saber qué se espera de mí en el futuro y cómo puedo empezar a cambiar el mundo sin que por otra parte tenga ahora que pagar las facturas de mi abuelo Basilio, a quien recuerdo sentado en la mesa a lo Fumi de Morata (véase José Mota). O sea: a mesa puesta.
¿Acaso es usted tonto y necesita que le den la vida masticada?
Pues sí, ya hago lo que puedo, aunque más podría hacer si conociera exactamente las reivindicaciones femeninas. Estoy dispuesto incluso a dar vivas a las mujeres suegras sin volver a proponer –como en una columna reciente– que participen sí o sí en el I Descenso Ciclista a Tumba Abierta de la calle Sardenya de Barcelona.
Que mañana sea vuestro gran día. Y no seáis injustas: somos hombres, pero de buena voluntad.