Arquimbau se apuntaría
En estos últimos años he estado trabajando en la obra de Rosa Maria Arquimbau, una escritora de los años treinta, valiente y atrevida. Escribía en los periódicos que se podía ser feminista, ir bien pintada y maquillada. Cuando las chicas empezaron a trabajar como mecanógrafas en la administración, se reía de los hombres que tenían cargos políticos y del teatro que hacían. Escribió un artículo muy atinado sobre las mujeres que no podían ir a ningún sitio sin un hombre, marido o amante. Cuando veo como están ahora las cosas tengo una satisfacción íntima: Arquimbau lo tenía claro, más que muchas de sus compañeras de causa. Con sus ideas y teorías, que exponía en artículos de humor provocón, se anticipó a polémicas que tardaron años a ver la luz.
Aquel “feminismo un poco especial” de Arquimbau resulta actualísimo. Me alegro por ella, porque le arrearon mucho: hombres y mujeres, algunos de ellos, bien republicanos y progresistas, que la trataron como un trapo sucio. Pero al mismo tiempo me desespera ver que muchos de los temas que planteaba en los años treinta no se han superado hoy en día. No puedo entender el acoso de las mujeres por la calle, cuando vuelven de copas, por parte de chavales de veinte o veinticinco años. ¿Cómo es posible? Ni la demonización de las mujeres que quieren vivir su sexualidad, libremente, como los hombres. ¿Aún estamos así? ¿Y los sueldos? ¿Cómo se puede soportar que una mujer por el mismo trabajo cobre menos que un hombre? Creo que ha llegado el momento de hacer algo contundente. Rosa María se apuntaría en primera fila.
Me desespera ver que muchos de los temas que planteaba en los años treinta no se han superado hoy en día