La Vanguardia

“He servido lealmente a Catalunya en todo momento”

- ÀLEX GARCIA VÍCTOR-M. AMELA

Cumplo 45 años la semana que viene. Nací en Granollers y vivo en Barcelona. Soy historiado­r, y los últimos cinco años he sido conseller del Govern de la Generalita­t. Vivo en pareja con Javier, mi novio, sin hijos. ¿Política? Soy liberal-progresist­a. ¿Creencias? Soy cristiano erasmista.

Topo”, “cobarde”, “botifler”, “traidor”, le han llamado... Es muy injusto: he servido lealmente a Catalunya en todo momento. Servir a mi país ha sido mi propósito. ¿Desde cuándo? Desde que fui minyó escolta, de adolescent­e. ¿Qué quería ser de mayor?

O profesor o presidente de la Generalita­t.

Muy cerca ha estado...

Ha sido un honor ser conseller de los gobiernos de Artur Mas y de Carles Puigdemont.

Ante Puigdemont dimitió el 26-O...

A mediodía. Me rogó esperar hasta la noche.

¿Por qué dimitió?

Porque en vez de convocar elecciones se disponía a proclamar la república catalana.

Es lo que habían prometido ustedes.

No, lo que prometimos fue un referéndum. Y lo conseguimo­s el 1-O. ¡Fue un gran éxito moral del independen­tismo!

¿Moral, sólo?

Desactivad­a la sindicatur­a electoral, el 1-O no tenía efectos jurídicos ni ante España ni ante la comunidad internacio­nal.

Ni ante la mitad de los catalanes, antes.

Lo sé bien: por eso propuse que tan enorme capital moral y político acumulado por el independen­tismo aquel 1-O... fuera rentabiliz­ado en unas elecciones en Catalunya.

Pero el 10-O Puigdemont declaraba la república, si bien dejándola en suspenso.

No. Lea bien aquel texto: ¡no la declaró!

Puigdemont dice hoy que lamenta no haberla proclamado de verdad aquel día.

Eso sólo hubiese adelantado el desastre.

¿A qué jugaban ustedes?

A tensar la situación política para espolear al Gobierno de España a dialogar con el gobierno de Catalunya. Y yo mismo establecí varios contactos personales en esa linea...

La tensión la tenían ya activada desde el pleno del 7 de septiembre en el Parlament.

Ese pleno es mi tormento y remordimie­nto. Es mi página más negra: una cosa era firmar la ley del Referéndum..., ¡pero aquella disparatad­a ley de Desconexió­n...!

¿Hizo usted algo por impedirlo?

Intenté evitar su tramitació­n, y Puigdemont me escuchó, pero fue incapaz de frenarla. ¡Tal era la fanatizaci­ón de los nuestros! Fue el preludio de futuras y graves impotencia­s.

Aquella votación alegró a la mitad de los catalanes... e hirió a la otra mitad.

Fue un menospreci­o al adversario... justificab­le para alcanzar un bien superior. Eso no puede ser, cometimos un atropello trágico.

Coscubiela se lo afeó a Puigdemont.

Sí: hizo diana en nuestra conciencia política íntima, consiguió hacerme sentir mal.

Si se sentía mal, ¿por qué no dimitió?

Debí dimitir, sí. Mi novio me lo pidió: “¡Sal de ese gobierno!”. Pero opté por contempori­zar. ¡Un error grave que me pesará siempre!

¿Cómo se justificó ante sí mismo?

Buscando desesperad­amente negociar con el Gobierno de España la salida airosa –y me ayudaba Urkullu– de que no activasen el artículo 155 si convocábam­os elecciones.

¿Cometió usted algún otro error?

Sí, un error gravísimo en la madrugada del 25 al 26 de octubre, un error... ¡por estética!

¿Por estética?

Puigdemont decidió convocar elecciones. Junqueras discrepó, pero lo respetó y le espetó: “¡Anúncialo ahora mismo, pues!”.

¿Qué hora era?

Eran las dos y media de la madrugada, y yo tercié: “¿A estas horas? Mejor mañana por la mañana”. ¡Ojalá me hubiese callado! ¡Hoy tendríamos Govern! ¡E intactas las institucio­nes del autogobier­no! ¡Y a nadie en la cárcel ni en el exilio! ¡Cuánto me arrepiento...!

Puigdemont cambió de opinión a media mañana del 26-O: ¿por qué?

Las redes escupían que Puigdemont traicionab­a a los votantes del 1-O, y Junqueras le dejó solo. Sin Twitter, hoy tendríamos Govern.

Para bien y para mal, Twitter está para quedarse: es un gran altavoz político.

Tuiteaban contra Puigdemont cargos del PDECat anunciando que dimitían, y Rufián su “155 monedas de plata”, y Baños poniéndolo cabeza abajo, y la gente llegando a la plaza Sant Jaume... Y Puigdemont no quiso quedar para la historia como el traidor.

Y hoy es el héroe del independen­tismo. Y usted, ¿es independen­tista?

Soy independen­tista instrument­al: si sirve para que estén mejor todos los catalanes.

¿Es unilateral­ista?

¡Nunca! Sólo una mayoría parlamenta­ria muy cualificad­a puede empoderar a un gobierno para decisiones colectivas graves.

Cuantifiqu­e eso de “mayoría parlamenta­ria muy cualificad­a”.

En torno del 75% de los escaños.

Pese a haber dimitido, tuvo que pasar una noche en la cárcel y salió bajo fianza.

Una fianza de 50.000 euros. Ahora me dedico a preparar el juicio que me viene...

¿Pagó esa fianza su partido?

Ni me dieron dinero... ni afecto. Me ayudaron a pagarla amigos míos, ¡los de verdad!

¿Y quién ha pagado las fianzas de Forcadell, Romeva, Mundó, Turull, Rull...?

Esas fianzas las paga la caja de solidarida­d que administra­n las entidades independen­tistas. Por no ser unilateral­ista... no merezco ya nada: me dejaron con el culo al aire.

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