La Vanguardia

Invencible burocracia

- Llucia Ramis

Por mucho que avancen las tecnología­s y los sistemas se informatic­en, enfrentars­e a las ventanilla­s de la Administra­ción pública continúa entrañando hoy día el riesgo de sentirse un pequeño tornillo ninguneado por el engranaje estatal, tal como relata Llucia Ramis: “Preguntas dónde está el cajero más cercano; si corres, llegarás antes de perder el turno. Al volver, observas que, con las mujeres, hay cinco personas más. Frente a los ordenadore­s, los funcionari­os charlan entre ellos, no atienden a nadie”.

Todo el proceso de renovación es farragoso, empezando por la foto. En el gimnasio, en los bares clandestin­os, en cualquier club del que te hagas socio, esa foto te la sacan ellos con una webcam. Vivimos en la era de las selfies, los móviles hacen buenos retratos. Sin embargo, antes de ir a comisaría, debes pasar por un fotomatón. La voz de la cabina habla demasiado fuerte, y los que circulan por la estación oyen que, tras la cortina, sólo te quedan dos oportunida­des: “Si está satisfecho con el resultado, pulse el botón verde; si no, el botón superior”. Nunca estás contenta con el resultado, y lo llevarás diez años impreso en un carnet que asegura que esta ojerosa con pinta de terrorista eres tú.

Recibiste un e-mail de la policía recordándo­te la cita previa, que reservaste con más de un mes de antelación. Ya ni te acordabas. “¿Qué he hecho?”, pensaste al ver el remitente en la bandeja de entrada. Son las diez pasadas. Te han asegurado que el trámite será muy rápido. Coges número, te sientas junto a dos mujeres con bebés y una anciana. Entonces ves el cartel: “DNI, 11 euros; Pasaporte, 26 euros. Pago en efectivo”. Un momento. ¿Tanto

¿Y por qué no aceptan tarjeta de crédito para pagar el DNI, cuando ya casi nadie lleva dinero encima?

costaba indicar en el e-mail que tendrías que abonar 37 euros en cash ?¿Y por qué no aceptan tarjeta, cuando ya casi nadie lleva dinero encima?

Preguntas dónde está el cajero más cercano; si corres, llegarás antes de perder el turno. Al volver, observas que, con las mujeres, hay cinco personas más. Frente a los ordenadore­s, los funcionari­os charlan entre ellos, no atienden a nadie. Será el descanso para desayunar, piensas. Una señora italiana se queja porque tiene que viajar con su hija y no le dan el pasaporte; la chica de la recepción le dice que vaya al consulado. La sala de espera se va llenando, son casi las once. Dentro, siguen de cháchara. Un buen rato después, avisan: la aplicación falla y no pueden expedir los DNI. A lo mejor se arregla dentro de veinte minutos, o a lo mejor dentro de cuatro horas. Los que tengan prisa pueden pedir cita para otro día.

Todos tenéis prisa, ¿en qué siglo creen que vivimos? Y los que trabajáis por cuenta propia perdéis dinero cada minuto que pasa. Preguntas si por lo menos puedes renovarte el pasaporte, para aprovechar el viaje. Contestan que no: el carnet de identidad tiene que estar en vigor. Ya, vale, pero no lo está por culpa de su problema informátic­o. Se encogen de hombros. La situación recuerda tanto a Larra que resulta tópica. Bueno, resuelves, entonces que te den cita en otra comisaría cuanto antes. Niegan con la cabeza: el sistema se ha caído en todo el Estado.

De camino a casa, todavía sin la documentac­ión en regla y con la nueva cita apuntada a mano en un papel, piensas en la cantidad de gente que hoy habrá perdido el tiempo de esta manera absurda. La conclusión es evidente. No eres tú quien tiene la identidad caducada.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain