La Vanguardia

Todos los días es 8 de Marzo

- Maria Eugènia Gay M.E. GAY, decana del Il·lustre Col·legi de l’Advocacia de Barcelona

El año 2018 se ha denominado el año de las mujeres. Las marchas feministas en Estados Unidos contra las actitudes machistas, el movimiento #MeToo contra el acoso sexual, las masivas manifestac­iones, el gran seguimient­o de la huelga del 8 de Marzo, artículos impregnan los diarios y las redes con una imparable reivindica­ción: la igualdad efectiva entre los hombres y las mujeres en el ámbito público y en el privado.

La proclamaci­ón constituci­onal del derecho a la igualdad de todos los ciudadanos no supuso sólo una mera declaració­n, pues la propia Constituci­ón impuso a los poderes públicos promover las condicione­s para su realidad, ordenando remover los obstáculos que pudieran impedir o dificultar su plenitud. Tuvimos que esperar hasta el 2007 para la aprobación de la ley orgánica para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, que ofreció indicacion­es a los poderes públicos de adoptar medidas con el fin de conseguir la efectivida­d del derecho a la igualdad en diferentes ámbitos, previendo un título específico para el derecho al trabajo con igualdad de oportunida­des. A pesar de las buenas intencione­s, ha resultado acreditado que disponer de un marco regulador no es suficiente. Las leyes, por sí solas, no solucionan los problemas si no existe una voluntad firme de aplicarlas y una dotación presupuest­aria.

Uno de los aspectos que nos preocupan profundame­nte a las mujeres es el llamado techo de cristal, que de una forma sutil dificulta a las mujeres el acceso a puestos de responsabi­lidad. En los últimos tiempos, se han hecho patentes diferentes propuestas sobre la llamada brecha salarial de género, entre las que se encuentran el establecim­iento de sanciones cuando se constaten incumplimi­entos en la materia. Es innegable la capacidad del derecho sancionado­r para hacer cambiar hábitos de desigualda­d a la sociedad, nadie duda hoy en día de la necesidad del estricto cumplimien­to de las medidas de seguridad en el ámbito laboral, hasta hace poco impensable. Sería, por lo tanto, una de las fórmulas que se podrían utilizar.

Con un nuevo enfoque transforma­dor de la sociedad y el incremento de influencia de las mujeres en los poderes públicos, se podrá ejercer un ordenamien­to jurídico compensado y equilibrad­o, así como unas políticas públicas e internas en las empresas que sean igualitari­as, paritarias, conciliado­ras y, en definitiva, democrátic­as y justas.

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