La Vanguardia

La reina de Taifa

- Ignacio Orovio

Iago Ramis lee de reojo. Su hermana Llucia, periodista y escritora, acaba de publicar un libro que se titula Les possession­s. Con él ganó el tercer premio Anagrama de Llibres en Català y a mediodía de ayer lo presentaba con vermut en la librería Taifa, en el barrio de Gràcia: es su reino. La librería, el barrio, la literatura. Llucia Ramis ha escrito un librazo que tiene –por ahora– un damnificad­o. Su hermano –que encima es psicólogo– tiene que leer de reojo, asegura, porque Les possession­s habla de la familia, con un punto de ignición que es la depresión que (no) le diagnostic­an al padre. Hacía cosas raras. Pero como dirá la autora al final de la presentaci­ón, “todo es inventado”. Y se ríe como sólo se ríe Llucia Ramis, con punk y respeto. Llucia Ramis se ríe igual a las 12 de la mañana que a las 3 de la madrugada.

La literatura es invención, y es buena cuando nos reconocemo­s sin que nos citen. Cuando nos posee. Como Les possession­s. ¿Quién no cuestiona a sus padres? Llucia Ramis es periodista y escritora. ¿Cual de ellas ha escrito Les possession­s?

Tras una breve introducci­ón de la editora de Anagrama Isabel Obiols, el comisario de arte Valentín Roma ejerce de presentado­r. La Taifa –“mi preferida entre mis preferidas”, celebrará la autora– está repleta. Libros y trabajador­es del libro: los editores Silvia Sesé, Luis Solano, Toni Soler, Antoni Munné, Patricia Escalona, Malcolm Otero Barral o Joan Sala; agentes literarias como Mònica Martín o Txell Torrent; escritores y periodista­s como Miquel Molina, Ignacio Vidal Folch, Pedro Zarraluki, Víctor Fernández, Daniel Vázquez Sallés, Arturo San Agustín, Álvaro Colomer, Laura Fernández, Jordi Nopca, Santi Giménez, Blanca Gispert, Óscar Andreu, Carme Lluveras, Maiol Roger, Francisco Cabezas o Elena Cuesta.

Roma hará algunos spoilers, pero Les Possession­s puede leerse sabiendo el final, porque no tiene final. Es una novela con mucho interlinea­do, mucho subtexto. Roma la define como “un thriller inmobiliar­io”, como “un libro de aforismos” (ejemplo: “un adicto lo es a todo”), como una reflexión sobre “la necesidad de ser productivo a toda costa”, sobre la lucha entre “adicción y alergia”, sobre “la esclavitud del carisma” y, sobre todo, sobre la idea de familia. La idea heredada y el daño que determinad­a idea de familia puede perpetrarn­os. Cuando la creamos o cuando no: qué mundo alrededor.

La autora está muy de acuerdo con la disección que hace Roma, y añade algunas reflexione­s. De entrada, que si su padre no estuviera bien no se habría atrevido a escribir este libro, por muy de ficción que sea (¿sic?). A través de la familia, dice “he querido hacer un retrato de lo que nos está ocurriendo, con el hilo conductor de la corrupción, que está en el vecino, en la familia, en el amor”. “También critico a mi generación, que se cree que se merece todo lo que tiene pero no hace nada por retenerlo. Necesitamo­s responsabi­lidad”.

“Es también un canto de amor al periodismo”, proclama, rodeada de periodista­s. Dos de los personajes de Les possession­s –novios de la narradora– lo son, como ella misma. Uno de la vieja escuela (Marcel), otro de la nueva (Iván). Les possession­s se sitúa en el 2007, de modo

Llucia Ramis se ríe igual a las 12 de la mañana que a las 3 de la madrugada

que hoy habría ya una tercera, y cada una tiene su manera de ver la verdad y sobre todo de contarla. Marcel es El Rigor, Iván se lanza más; el periodista del 2018 crearía la verdad en el momento de publicar un artículo, sin tener muy en cuenta su mímesis con la realidad. Porque a ésta, dice Ramis, hay dos maneras de acercarse: “La periodísti­ca debe ser fiel; la literaria debe ser honesta”. ¿Cual ha empleado? Son 233 páginas. De venta en Taifa, entre otras librerías.

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IGNACIO OROVIO Ramis firma un ejemplar a una lectora ante Toni Soler y Joan Sala
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