Improvisaciones
EN eso de improvisar, los músicos de jazz son los mejores. George Gershwin llegó a decir que “en cierto modo, la vida es como el jazz... es mejor cuando improvisas”. Improvisar es la manera de adaptarnos a la realidad y algunos filósofos consideran que la única forma de ser feliz es ir respondiendo adecuadamente a las cosas que ocurren. Pero lo que individualmente puede constituir una fórmula magistral, colectivamente acostumbra a ser un desastre. Un país maduro no improvisa, previene. La velocidad a la que se producen los cambios en nuestras sociedades obliga a los gobernantes a buscar soluciones creativas a problemas nuevos, pero una cosa es dar respuestas y otra plantear retos. Cuando improvisamos para afrontar el futuro es que no hemos sido capaces de abordar el presente.
Cada vez que la política catalana tiene un plan, termina improvisando, así que podría ser que no fuéramos capaces de distinguir bien entre genialidades y ocurrencias. No digo que sea fácil para el soberanismo encontrar una salida que les permita salir del atasco en que se han metido sin que parezca una humillación o una renuncia. Su error ha sido no calibrar bien sus fuerzas pero sobre todo infravalorar las del Estado. Pero eso forma parte del pasado, aunque sea reciente. La cuestión es cómo serán capaces de buscar un camino que no vuelva a conducirnos al precipicio. La primera cuestión que debe resolver el independentismo es poder decir las mismas cosas en público que en privado. Y la segunda, ser capaces de rectificar –aunque no sea por convencimiento, sino por pragmatismo– sin estar pendientes de las redes sociales.
Buscar un plan C para presidir la Generalitat que apenas tendrá recorrido o inventarse que JxCat será un movimiento alumbrado desde Waterloo, está bien para llenar páginas de diarios pero no de la historia. Incluso para improvisar, hay que tener las ideas claras.