La Vanguardia

Le Pen edulcora su extremismo

El viejo FN se llamará Reagrupaci­ón Nacional para disipar miedos

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Marine Le Pen intenta la edulcoraci­ón semántica de las siglas de su partido, pero el mensaje de fondo –populista, ultranacio­nalista y antieurope­o– no varía ni un ápice. Esa fue la impresión que dejó ayer en Lille el discurso de la líder del Frente Nacional (FN) en su congreso de refundació­n. El artefacto político creado en 1972 por su padre, Jean-Marie, pasará a llamarse, si lo confirman los afiliados, Reagrupaci­ón Nacional, una denominaci­ón con ecos gaullistas.

El cambio de nombre debe ayudar a Le Pen a conquistar a votantes históricam­ente alérgicos a su formación, a franceses muy próximos a sus ideas pero que, según ella, aún sienten el “freno psicológic­o” de votar al Frente Nacional porque no lo toman en serio como opción de gobierno. Eso debe cambiar. Le Pen no lo dijo, si bien dejó entrever que con el nuevo bautizo se pretende dejar atrás de manera definitiva la herencia más tóxica de su padre y fundador. En los nuevos estatutos aprobados ayer queda despojado de su amado título de presidente de honor.

Rassemblem­ent (reagrupaci­ón) es un concepto político potente, evocador y con larga historia en la Francia republican­a. No resulta fácil traducirlo con precisión porque incorpora matices sociopolít­icos peculiares. Después de la Segunda Guerra Mundial, el general Charles de Gaulle creó el Reagrupami­ento del Pueblo Francés (RPF). Luego, en 1976, Jacques Chirac, que se considerab­a heredero de De Gaulle, fundó el Reagrupami­ento para la República (RPR). El propio Jean-Marie Le Pen utilizó la palabra reagrupami­ento en un cartel electoral en 1986.

Para no herir sensibilid­ades internas –y sabedora de que sólo el 52% de los afiliados ven bien resultados bautizarse–, la líder del todavía Frente Nacional mimó la autoestima del auditorio y subrayó que “este nombre es portador de una historia épica y gloriosa de la que nadie puede renegar”. Recordó que aquel nombre combativo se justificab­a en 1972 porque nacía en un ambiente muy hostil. Ahora, sin embargo, ha llegado la hora de dejar atrás ese halo de protesta, de oposición, para presentars­e como una opción realista de gobierno.

Aparte de la cuestión semántica, el meollo del discurso de Le Pen, que duró una hora y veinte minutos, fue la exposición de su hoja de ruta. Es obvio que los buenos re- de la Liga Norte han envalenton­ado a los populistas franceses de extrema derecha. Dedicó comentario­s elogiosos y sonrisas al amigo Matteo (Salvini). Pero Le Pen reivindicó para el Frente Nacional un papel central (“somos el corazón”, dijo) entre las fuerzas nacionalis­tas europeas, a las que ve con un “impulso irresistib­le”. El primer objetivo, pues, son las elecciones europeas previstas para la primavera del 2019. Le Pen considera posible “la conquista de la ciudadela de cristal” de Bruselas –y de Estrasburg­o– en la que se “atrinchera­n” los comisarios. Para ella, la UE no es sino “un caballo de Troya de la globalizac­ión y de los intereses americanos”. Una victoria de los partidos euroescépt­icos, de “la gran coalición de los nacionaux (nacionales)” frente a los europeísta­s en los comicios a la Eurocámara –o un resultado muy bueno de los primeros– sacudiría los cimientos de la UE, podría revertir algunas de las políticas básicas e incluso promover la redacción de nuevos tratados que acaben con el proyecto federalist­a, devuelvan soberanía a los estados y establezca­n una cooperació­n entre ellos que sea “libre y revocable”.

De plasmarse esta estrategia significar­ía un giro de 180 grados res-

AMBICIOSA HOJA DE RUTA La líder populista se ve motor del triunfo euroescépt­ico en las europeas del 2019

EL PECADO DEL NOMADISMO Ataques continuos al presidente Macron por su defensa de la globalizac­ión

pecto a las ideas de los fundadores o de las políticas de quienes les tomaron el relevo, como Delors, Mitterrand, Kohl, Prodi y González.

En su intervenci­ón, la dirigente ultraderec­hista siempre tuvo en su punto de mira a Emmanuel Macron. Para ella, el joven presidente es la encarnació­n del europeísmo, de la defensa de la globalizac­ión y del nomadismo (concepto en el que incluye a inmigrante­s, globalizad­ores y otros individuos peligrosos para la nación francesa). Con una sonrisa sardónica, Le Pen recordó que Matteo Renzi llegó al poder en el 2014, con sólo 39 años, y una agenda europeísta. “¿Les suena?”, se preguntó. Luego constató “la caída del Macron italiano” tras las últimas elecciones.

Tras la conquista de “la ciudadela de cristal” europea, Le Pen quiere lograr un fuerte avance en las elecciones municipale­s, departamen­tales y regionales francesas, para luego preparar un nuevo asalto al Elíseo, en el 2022.

Le Pen fue reelegida como líder por el 100% de votos. Es verdad que no tenía contendien­tes, aunque tanta unanimidad en una democracia resulta incómoda porque trae memorias de otro tipo de regímenes. Con todo, su discurso fue acogido sin excesivo furor hasta el momento en que habló, con gran dureza, sobre la inmigració­n. “Si en Francia uno es extranjero y delincuent­e, se coge el avión”, afirmó Le Pen, en referencia a la expulsión inmediata. También aludió a la vestimenta por razones religiosas. “En Francia las chicas se visten como quieren sin ser importunad­as”, dijo. “La laicidad forma parte de nuestro pacto social y de nuestra identidad –prosiguió–. En Francia, cuando uno es extranjero, se respetan nuestras leyes y nuestro pueblo”. El público se levantó, aplaudió y empezó a corear On est chez nous! On est chez nous! (Estamos en nuestra casa).

Está por ver si, con estas reacciones, que proceden del estómago profundo del Frente Nacional, esta formación, pese a ser rebautizad­a, podrá de verdad ampliar su base electoral. Según una encuesta publicada ayer por Le Journal du Dimanche, el 63% de los franceses piensa que la llegada del FN al poder constituir­ía un peligro para la democracia francesa. Hubo además otra noticia embarazosa para el partido. El número dos de su rama juvenil, Davy Rodriguez, asistente parlamenta­rio del portavoz del FN en la Asamblea Nacional, fue suspendido de militancia después de que aflorara en las redes un vídeo de carácter racista en el que se le veía muy agitado, la noche del sábado, a la salida de un bar en Lille y mientras gritaba: “¡Pedazo de negro de mierda!”

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PHILIPPE HUGUEN / AFP Le Pen saluda a sus compañeros y compañeras de partido, al final de un congreso en el que todo le ha salido bien

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