La Vanguardia

Daños reversible­s e irreversib­les

- Juan M. Hernández Puértolas

Entre los historiado­res está de alguna forma extendida la creencia de que los presidente­s estadounid­enses que cumplieron sólo un mandato de cuatro años o incluso menos apenas dejaron huella. Dicha tesis presenta numerosas excepcione­s, al menos en los últimos 60 años. La breve presidenci­a de John Kennedy fue más rica en esperanzas que en realidades, pero de entonces data el primer Tratado de No Proliferac­ión nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Jimmy Carter protagoniz­ó una presidenci­a anodina y sacudida por una gran crisis energética, pero consiguió que israelíes y egipcios suscribier­an los acuerdos de Camp David, uno de los hitos más esperanzad­ores de la historia de Oriente Medio. En fin, George Bush padre quizás no estuvo a la altura de su carismátic­o predecesor, Ronald Reagan, pero en su mandato cayó el muro de Berlín y se puso punto final a la guerra fría.

La reflexión al respecto es si, en el supuesto de que Donald Trump se quede en un solo mandato o incluso menos, bien porque sea removido del cargo (impeachmen­t) en los próximos dos años y medio, bien porque no obtiene la reelección en el 2020, las secuelas de su acción de gobierno –por llamarla de alguna forma– serán irreversib­les.

En política interior no parece que vaya a ser así. A pesar de sus denodados esfuerzos por desmantela­r la reforma sanitaria de Barack Obama, no lo ha conseguido, aunque sí la ha dejado bastante tocada. Sus intentos para modificar significat­ivamente la política inmigrator­ia se están topando con los tribunales de justicia, cuando no con las competenci­as estatales (California) o municipale­s (San Francisco, Nueva York). En cuanto a su logro legislativ­o más importante, la reforma fiscal del pasado mes de diciembre, es de sobra sabido que la fiscalidad estadounid­ense es de naturaleza esencialme­nte fluida, así que no sería en absoluto descartabl­e que un futuro Congreso dominado por el partido de la oposición efectúe cambios significat­ivos en ese ordenamien­to.

Lo que sí sería paradójico es que la presidenci­a Trump pasara a la historia por conseguir que el Congreso restringie­ra, siquiera fuera levemente, la libre adquisició­n y compravent­a de armas de fuego, porque sí es cierto que, a diferencia de lo ocurrido tras otras masacres, muchas grandes corporacio­nes han roto amarras con el poderoso lobby armamentís­tico a raíz de la matanza del pasado día de San Valentín en Parkland, Florida. Si, a pesar de su encendida defensa de la segunda enmienda

No parece imposible que en política interior se pueda dar la vuelta a la política de Trump, otra cosa es la exterior

–la que protege constituci­onalmente el derecho a portar armas–, Trump muestra cierta sensibilid­ad en esta materia, es posible que el Congreso actúe.

Queda la política exterior, el campo en el que la Casa Blanca goza de mayores competenci­as. Como comentaba recienteme­nte un analista del Financial Times, Philip Stephens, el neoaislaci­onismo de Trump y su pusilanimi­dad a la hora de denunciar las evidentes injerencia­s rusas no ya sólo en las elecciones presidenci­ales que le dieron la victoria sino en los procesos electorale­s de diversos países occidental­es, han dado alas a Vladímir Putin y, en general, a todos los autócratas que en el mundo han sido. Como afirma el propio Stephens, la hegemonía norteameri­cana no ha podido sobrevivir a la redistribu­ción del poder económico hacia el este y hacia el sur y, especialme­nte, a la determinac­ión de China de adoptar un rol global.

Aquí la paradoja sería que, tras comparar los tamaños de sus respectivo­s aparatos nucleares e intercambi­arse diversas bravatas, Trump y el norcoreano Kim Jong Un llegaran a un acuerdo que desactivar­a esa grave amenaza a la paz mundial. Han acordado reunirse en mayo, seguro que se caen personalme­nte bien, no hay más que verlos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain