Un buque rompehielos
Un buen día, y de eso hace algo más de un lustro, el equipo de correctores de la sección de Edición del diario chocamos con una columna que contravenía la convención del título, que es la de enmarcar el contenido que viene a continuación de un modo explícito. Ante tanta osadía, el primer corrector de estilo que se la encontró, un trabajador meticuloso, que aplicaba el libro de estilo con disciplina germánica, sufrió un mareo. De inmediato fue atendido por los compañeros de la sección, que, cuando se dieron cuenta del motivo del susto, pensaron que veían visiones y sufrieron espasmos. ¿Cómo es posible? ¿Quién osa saltarse sin contemplaciones una convención periodística básica?
Se trataba de Quim Monzó, claro, y acababa de inventar los artículos con banda sonora. ¿En qué consistía ese paso adelante? Pues en tratar un tema en la columna y titularlo con el fragmento de una canción –en inglés, si se terciaba– que hiciera referencia al texto. Era un modo de invitar al lector a leer su artículo con aquella música de fondo en la cabeza. El título “We all live in a yellow submarine”, por ejemplo, le sirvió, en octubre del 2012, para hablar de un movimiento denominado amarillismo. Pero como no sabe estarse quieto, perfeccionó el sistema y
La última creación de Quim Monzó han sido los artículos con banda sonora
ahora también lo aplica al destacado.
El destacado tiene dos funciones, una estética y otra informativa. La primera es romper la mancha de gris que forma el texto de la información y, la segunda, extraer una frase del artículo y destacarla en letra mayor para llamar la atención del lector. Esta es la teoría, hasta que Monzó, cuando le conviene, no extrae frase alguna, sino que pone un fragmento de una canción.
Ya no es sólo una pequeña referencia en el título; con el destacado, el columnista ha descubierto que dispone de más espacio y puede poner un fragmento más extenso de la canción que funciona de banda sonora. Sin ir más lejos, el sábado hablaba de la arena de las playas que desaparecen y en el destacado decía: “Canta Marie Laforêt: ‘La playa se inundó de luz y sol, / y cuando el mar con su rumor habló de amor...’”. Inevitablemente, el lector pone música de fondo a lo que lee.
Monzó es un buque rompehielos, que abre vías donde aún no hay paso. Como decía Julià Guillamon en el artículo que publicó el jueves, a raíz de la concesión del Premi d’Honor de les Lletres Catalanes: “Monzó abrió todos los caminos” y “ha actualizado la receta del nuevo periodismo”. Influido por cientos pero discípulo de nadie, cada día, en la primera página de Opinión de La Vanguardia, nos deleita con una columna de alta literatura. Porque el buen articulismo también es literatura. Un lujo inconmensurable.