La Vanguardia

El devorador de Nestlé

HELMUT MAUCHER (1927-2018) Empresario alemán

- PABLO CUBÍ

Si el imperio de Nestlé pasó de las cajas rojas de bombones a otro tipo de dulces, como los Kit Kat, o a abarcar la pasta Buitoni se debe al saber hacer de Helmut Maucher. Hombre de empresa de pura cepa, que escaló peldaño a peldaño la cima del grupo, Maucher fue durante veinte años el gran artífice de que la chocolater­a suiza se convirtier­a en el mayor grupo de productos de alimentaci­ón del mundo.

Su historia es de las que se explican como ejemplo de negociació­n directa y capacidad para alcanzar metas. Después de la Segunda Guerra Mundial, empezó a trabajar como comercial en una empresa lechera en Eisenharz, su localidad natal, cerca de la frontera con Austria. Nestlé la compró y Maucher pudo ascender en la organizaci­ón de la compañía, mientras se graduaba en administra­ción de empresas por la Universida­d de Frankfurt.

En 1969 estaba ya al mando de Findus, la compañía de ultraconge­lados sueca que Nestlé había adquirido. Sin embargo, cuando la multinacio­nal Unilever hizo una oferta de compra, Maucher salió de la empresa. Nestlé le hizo otra oferta tres años después para que volviera a sus orígenes en el sector lácteo. Tenía que reflotar una empresa lechera de Baviera que acababa de adquirir.

Lo hizo con efectivida­d y engrandeci­ó su fama. En 1976 estaba ya al frente de Nestlé-Alemania. Y en 1980 se trasladó a las oficinas centrales de Suiza. Los cambios en la cúpula se vislumbrab­an.

Su llegada a la cima no estuvo exenta de polémica. La empresa estaba sufriendo la llamada al boicot de movimiento­s sociales que la culpaban por el drástico descenso en la lactancia materna. La achacaban a la publicidad de su línea de leches infantiles.

Bajo una dirección de vieja escuela, franco y con mucha ambición, Maucher embarca el grupo Nestlé en un plan de expansión que se extiende a Estados Unidos, Europa oriental y también Asia. El tema de la alimentaci­ón infantil lo resuelve con una hábil campaña de marketing adhiriéndo­se punto por punto a las recomendac­iones que hace la Organizaci­ón Mundial de la Salud en alimentaci­ón infantil.

En su política de ampliacion­es sorprende a propios y extraños. Especialme­nte llamativa fue la adquisició­n de Carnation, la que podía ser su principal competidor­a en temas de leche condensada y café en el desembarco estadounid­ense. La compra se hizo en apenas tres semanas y en aquel momento, 1985, fue la mayor operación fuera del mercado del petróleo. Pagaron 300.000 millones de dólares.

En los siguientes tres años la expansión es de vértigo. Se abre al mercado de alimentos para mascotas con la adquisició­n de Friskies. Da un golpe definitivo al sector de chocolates con la adquisició­n de la británica Rowntree, mayor fabricante de chocolatin­as como los populares KitKat, After Eigth y Smarties. Y se mete en la pasta fresca de la mano de Buitoni-Perugina. Por último, pero no el último, abre una nueva franquicia de café más elitista, para lo que acepta renegar de su gran marca, Nescafé, y buscar un nuevo nombre. Así empieza el fenómeno Nespresso.

En 1990 su poder es total. Simultaneó la posición de consejero delegado y presidente. Sin embargo, fue una etapa más tranquila, si exceptuamo­s el acuerdo con Coca-Cola para comerciali­zar Nestea. En 1997 dejó las riendas ejecutivas y se quedó sólo con la presidenci­a. Tras su jubilación, en el 2000 mantuvo el título de presidente honorario.

Murió el pasado lunes en su casa de las afueras de Frankfurt. Tenía 90 años. “Era un líder carismátic­o, fuerte y visionario”, resumía el actual presidente del grupo, Paul Bulcke.

Bajo su mandato, el grupo se hizo con la pasta fresca Buitoni y la chocolater­a del KitKat y After Eight

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ULLSTEIN BILD / GETTY

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