Givenchy, adiós a un aristócrata de la alta costura
Muere a los 91 años Hubert de Givenchy, aristócrata de la alta costura
Ser aristócrata y divo de la alta costura no está reñido con madrugar. Hubert de Givenchy, el modisto francés, que falleció el pasado sábado a los 91 años –aunque el deceso no se anunció hasta ayer–, acudió durante decenios a sus talleres a las 7 de la mañana. Este discípulo de Cristóbal Balenciaga se definía como “el eterno aprendiz”, con un deseo insaciable por descubrir, pues “la vida es como un libro y se debe saber pasar las páginas”.
Tras conocerse la muerte del estilista, “durante el sueño” –según informó quien fue su compañero de vida, el también modisto Philippe Venet–, Francia y el planeta de la moda le rindieron un sentido homenaje. Figuras como Givenchy realzan la imagen internacional del país como símbolo de sofisticación y gusto, cualidades que no se improvisan. Bernard Arnault, presidente de Louis Vuitton Moêt Hennessy (LVMH), el coloso mundial de la industria del lujo, que compró la marca Givenchy en 1988, tuvo palabras de reconocimiento para el modisto desaparecido. Según Arnault, “Hubert de Givenchy supo reunir dos cualidades raras: ser innovador e intemporal”. La actual directora artística de Givenchy, Clare Waight Keller, destacó que el modisto no sólo fue uno de los personajes más influyentes en su oficio sino “uno de los hombres más chic y más encantadores que he conocido”
Givenchy perteneció a una generación de diseñadores, con base en París, que redefinieron la moda después de la II Guerra Mundial. Junto a él y a Balenciaga, los otros nombres más destacados fueron Christian Dior e Yves Saint Laurent. Ya no queda ninguno.
La principal musa de Givenchy fue la actriz británica Audrey Hepburn. Para ella diseñó los vestidos que lució en filmes como Desayuno con diamantes (1961) o Sabrina. La actriz le correspondió con grandes elogios. “Los vestidos de Givenchy son los únicos en los que me siento yo misma –declaró en una ocasión–. Más que un estilista, es un creador de personalidad”. El modisto, con humildad, decía que Hepburn tenía una talla “a la que sienta bien”. La actriz recibió el Oscar, en 1954, embutida en un vestido también de Givenchy, de color marfil, con motivos florales.
Además de sus dones estrictamente profesionales, Givenchy, que medía casi dos metros, era un excelente relaciones públicas, un hombre culto, refinado, muy elegante, hábil para tratar con clientas extravagantes de la alta sociedad, de las casas reales y del mundo del espectáculo. Fue amigo de Hèlène Rochas, de la duquesa de Windsor, de la condesa Bismarck, de Lauren Bacall y de la multimillonaria Bunny Mellon. Incluso asesoró a algunas de ellas a decorar sus viviendas.
Entre quienes optaron por vestir modelos de Givenchy figuraron Jackie Kennedy y Gracia de Mónaco. La esposa del asesinado presidente estadounidense llevó un vestido del creador francés durante la visita oficial que realizaron a París en 1961.
La distinción y el gusto exquisito los llevaba Givenchy en los genes. El modisto tenía el título de conde. Su nombre completo era Hubert James Marcel Taffin de Givenchy. Nació en 1927 en Beauvais, al norte de la capital, en el seno de una familia aristocrática en la que hubo grandes decoradores que trabajaron en el palacio del Elíseo y en la ópera de París.
Apasionado por la moda desde niño, Givenchy debutó a los 17 años. A los 23 ya tenía su propia catodo
MENTOR Y CLIENTAS ILUSTRES El estilista se inspiró en Balenciaga y vistió a Audrey Hepburn y Jackie Kennedy
ELEGANCIA DESDE LA CUNA Familiares del modisto decoraron el palacio del Elíseo y la ópera de París
sa de moda, siguiendo el rumbo que marcó su coetáneo Dior. Admirador de Balenciaga, a quien conocería por casualidad en 1953 en Nueva York, el encuentro con el modisto español fue determinante. Givenchy se inspiró en su mentor pero supo desarrollar un estilo propio, de vestido “con arquitectura” y con un cierto alzado que se convirtió en su marca de fábrica. Su objetivo era una elegancia sin ostentación y confortable de llevar. Givenchy devino un protegido de Balenciaga. Este le buscó unos locales vecinos a los suyos, en la avenida Jorge V. Cuando, en mayo de 1968, Balenciaga decidió cerrar su maison, recomendó a sus buenas clientas que se pasaran a Givenchy, todo un privilegio.
Cuando LVMH le compró el negocio, Givenchy continuó trabajando, como director artístico de la marca, hasta 1995, año en el que presentó por última vez su propia colección de alta costura y de prêt-à-porter.
El estilista fallecido era un gran coleccionador de arte, sobre todo de obras de Giacomettei, que conservaba en el château donde pasaba largas temporadas junto a su compañero.
En Italia, reaccionó consternado a la noticia Valentino GaravaValentino, ni, conocido como otro mito de la moda, que tiene 85 años. El estilista transalpino redeclaraciones cordó, en a la agencia France Press, que, cuando tenía 17 años, buscó trabajo en París, en casas de moda, pero Givenchy no lo contrató. Pese a ello, continuó admirando “su elegancia, su corte perfecto y su eleyo, gancia”. “Al igual que siempre respetó el cuerpo de la mujer, sin jamás imponerle aquello que estaba en boga sino lo que resultaba halagador”.