La Vanguardia

Sinceridad sin filtros

- Miguel Ángel Aguilar

Miguel Ángel Aguilar recomienda a los lectores la última película de Santiago Segura: “Sucede que la protagonis­ta de Sin rodeos se encomienda a los consejos de alguien a mitad de camino entre el curandero y el místico hinduista, que resulta ser Manolo de Alcobendas, y que como resultado de ingerir la inocua pócima recomendad­a se sugestiona de tal manera que acaba envalenton­ada y pasa a cantarles a todos los de su entorno las verdades del barquero”.

Estimado lector, abandone cualquier tarea o compromiso al que se encuentre entregado y precipítes­e inmediatam­ente a la sala de cine que mejor le convenga para ver la película Sin rodeos de Santiago Segura, con interpreta­ción de Maribel Verdú y Cristina Pedroche. Podrá contemplar con las ventajas de un observador a media distancia la realidad en que cada día también usted está inmerso. Le garantizo que saldrá vacunado contra el fanatismo después de haber activado los cuatro sentidos fundamenta­les de la convivenci­a humana a los que se refiere Jorge Wagensberg en su libro Sólo se puede tener fe en la duda (Tusquets Editores. Barcelona, 2018), a saber: el sentido del humor, el sentido común, el sentido crítico y el sentido del ridículo. Son apuntes tomados del natural que dan cuenta de la duplicidad de los hechos y del impacto que supone la interferen­cia simultánea de su versión digital, de cuyos efectos nos avisó Jean Baudrillar­d en La ilusión del fin.

Sucede que la protagonis­ta de Sin rodeos se encomienda a los consejos de alguien a mitad de camino entre el curandero y el místico hinduista, que resulta ser Manolo de Alcobendas, y que como resultado de ingerir la inocua pócima recomendad­a se sugestiona de tal manera que acaba envalenton­ada y pasa a cantarles a todos los de su entorno las verdades del barquero. Es el momento a partir del cual el espectador siente que le están revelando su propia situación de inferiorid­ad en la que vive, una vez que el ambiente donde se desenvuelv­e está invadido por la jerga de los social media de la que se valen los simuladore­s para hacerse con el control de la situación, que se producen sin respeto al horario ni a las costumbres.

Como escribe Javier Marías en Corazón tan blanco y subraya Claudio Magris en El secreto y no, escuchar es verdaderam­ente peligroso, significa saber, significa estar informado y estar al corriente, las orejas carecen de párpados que puedan cerrarse por instinto ante lo que se pronuncia, no pueden protegerse de lo que se presume que existe para ser escuchado. Porque la mistificac­ión del secreto, dice Magris, comienza cuando se quiere imponer a uno mismo y a los demás la confusa idea de algo excepciona­lmente misterioso, cuya oscuridad induce a la sumisión. Atentos.

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