La Vanguardia

Actualidad: inocentes en peligro, culpables impunes

- Sergi Pàmies

La figura del pensionist­a mediático vive momentos de mutación. Por eso se agradece que en El objetivo (La Sexta) no disfrazara­n a los pensionist­as de caricatura de la indignació­n, con chalecos de amarillo emergencia, ni los indujeran a expresarse en los términos demagógico­s. Los representa­ntes de los partidos invitados para responder a las dudas de los pensionist­as, sin embargo, intentaron varias cuadratura­s de círculos que confirman lo que quizá no nos atrevemos a admitir: que en materia de pensiones ni los políticos, ni los pensionist­as, ni los economista­s ni los periodista­s saben qué pasará porque muchos elementos que interviene­n en la ecuación del futuro dependen de factores incontrola­bles.

Hipnotizad­os por los medios, algunos portavoces no pudieron evitar simplifica­r desde un púlpito populista que reduce problemas de gran complejida­d a producto de Ikea o a popurrí de falsedades. Ejemplo: Irene Montero pasó por La Sexta noche y, trenzando filípicas contra el Gobierno, encontró, ay, la solución al problema de la discrimina­ción de la mujer: “Repartir la riqueza y el trabajo”.

Mamellesgr­ossesgate. Visto de cerca, Lluís Salvadó transmite una seriedad orgánica que intimida, típica de los políticos que están dispuestos a ocuparse de los marrones más ingratos del partido. La voz le ayuda. Tiene un tono de bajo que, en una ópera, se adaptaría a secundario­s de uniforme o a un perfil de conspirado­r mencheviqu­e. Linchado por el contenido de un telefonazo privado filtrado sin que ningún fiscal se sienta interpelad­o por la amenaza de una democracia intervenid­a por la delincuenc­ia impune, ahora se le exige que se haga el harakiri. Lo más curioso es que, a medida que se agrava

Lluís Salvadó transmite una seriedad orgánica que intimida

la metástasis de las libertades, se convierte en delincuent­es a personas que se han limitado a practicar su derecho a decir lo que les apetezca en el ámbito privado y, en cambio, no se actúa contra abusos públicos bastante más escandalos­os. Es como si el castigo ancestral de arruinar la vida de alguien por la vía rápida nos ahorrara tener que preservar un mínimo protocolo garantista. No hay nada que hacer: como, a diferencia del elogio o la argumentac­ión, insultar no requiere ningún esfuerzo, lapidar a Salvadó es trending topic. Si pudiéramos convertir en energía la facilidad con la que se lincha y se condena, podríamos abastecer el consumo eléctrico de Europa durante años. En este contexto, honra a Paco Lobatón que, ayer, en TVE, en plena histeria truculenta relacionad­a con el asesinato del niño Gabriel y la detención de Ana Julia Quezada, tuvo la valentía de reclamar que, pese a todos los indicios, se respete la presunción de inocencia.

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