La Vanguardia

La voz interior

Emotiva inauguraci­ón del órgano de Sant Just i Pastor, ya restaurado

- Jorge de Persia Barcelona

Se ha hablado estos días de un hecho poco habitual, la inauguraci­ón, después de un largo proceso de restauraci­ón, de un órgano. El de la iglesia de Sant Just i Pastor, bellísima y muy antigua, en el corazón antiguo de Barcelona, que va recuperand­o su pasado arqueológi­co y el más reciente. En el ámbito de los sonidos, que es el que nos convoca, hace pocos años logró restaurar sus cuatro campanas diecioches­cas y situarlas nuevamente en la torre. Ahora le ha tocado por fin al órgano, silenciado por su mal estado (“más que malo” decía el organero Blancafort). La basílica dispuso de un órgano desde el siglo XV, y en 1632 y 1793 se renovó, aunque –como ahora– usando tubos de los anteriores.

En Catalunya se ha puesto en marcha en estos años la recuperaci­ón de varios órganos antiguos así como la construcci­ón de nuevos, caso de la basílica de Montserrat, o el monasterio de Poblet, y está en camino La Mercè. También el Palau de la Música culminó un proceso de “apadrine un tubo”. Episodio singular se vivió sobre el 2010 en el Vendrell cuando restauró su órgano del siglo XVIII. Todo el pueblo se volcó en actividade­s para recaudar fondos y con fiestas singulares, como la del “comiat de l’orgue”, cuando desmontado le llevaron a un taller de Cuenca para su restauraci­ón. El padre de Pau Casals había sido el organista, y durante la Guerra Civil el gran maestro logró impedir su destrucció­n. Años en que la mayoría de los órganos de Catalunya fueron devastados. Ahora, en Sant Just i Pastor el trabajo fue más silencioso pero igualmente importante, ya que de restos que quedaban en muy mal estado de conservaci­ón, el organero Blancafort logró dar al órgano su voz, intentando volver a la sonoridad original de un instrument­o de tiempos del tránsito del barroco al romántico. Los órganos reflejan la tecnología de cada época. Notorio fue el de comienzos de la electricid­ad en la Exposición de Barcelona de 1888. Si las campanas son la voz pública de las iglesias y sus sonidos conformaba­n –aún en Venecia– una parte importante del perfil sonoro de una ciudad, el órgano hace al espacio interior de religiosid­ad, y va más allá de las dimensione­s humanas del hecho musical: es algo trascenden­te. De hecho, no he podido saber aún si existe instrucció­n previa; el organista es invisible allá en su tribuna. En este caso al padre montserrat­ino Jordi Agusti Piqué correspond­ió el honor de hacer sonar por vez primera ese instrument­o de 1.871 tubos, después de que el organero Albert Blancafort, y Josep Caminal, organista, abriesen solemnemen­te las puertas decoradas del órgano: “Orgue de Sant Just i Pastor, obre les teves portes per acollir el Crist Senyor i desvetlla’t per donar-li glòria”, dijo al comenzar la bendición el padre abad de Montserrat. A otras palabras, este “instrument mestre d’invocació i de súplica” respondió con un “verset” del montserrat­í Anselm Viola, y así siguió el transcurso del ritual, magnífico, con inciensos y en comunión, y no faltó el canto del Virolai, piezas corales por Barcelona Ars Nova, y junto al órgano un Ave María de T.L. de Victoria. Acto emotivo especialme­nte para el rector de la basílica, mosén Armand Puig, e importante punto de unión de música y trascenden­cia.

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