La Vanguardia

Lluís Cecchini

Los especialis­tas diseñan el protocolo que permite operar sin usar sangre ajena

- ANA MACPHERSON

TRANSPLANT­E RENAL HOSP. DEL MAR

Los equipos que interviene­n en el transplant­e renal en el hospital del Mar han puesto a punto el primer protocolo que garantiza a los pacientes testigos de Jehová el respeto a su derecho a ser operados sin transfusio­nes de sangre.

Dos pacientes con insuficien­cia renal para quienes era indispensa­ble un trasplante de riñón y que rechazan la transfusió­n de sangre por sus creencias religiosas han sido los primeros protagonis­tas de una decisión pionera en la sanidad pública: cirujanos de trasplante renal, nefrólogos y anestesist­as diseñaron el procedimie­nto que garantizar­a esta solución quirúrgica a testigos de Jehová. Y les operaron. Aunque pudiera parecer que es un derecho reconocido en cualquier centro sanitario porque la ley lo establece, no es así. Son pioneros.

El procedimie­nto se parece mucho a cualquier trasplante de riñón, pero hay cuatro elementos clave distintos: al enfermo, que habitualme­nte además sufre anemia, se le mantiene con niveles más altos de glóbulos rojos a base de hierro y eritropoye­tina (la EPO de los dopajes ciclistas). Durante la operación se utiliza una máquina recuperado­ra de hematíes (un aspirador que luego separa la propia sangre que se derrama durante la cirugía para poderla utilizar de nuevo en el paciente). El trabajo quirúrgico es especialme­nte cuidadoso para evitar todo lo posible el sangrado, y en los días posteriore­s hay una vigilancia intensa para detectar a la mínima un derrame y actuar inmediatam­ente de nuevo en el quirófano.

“El riesgo de que se necesite durante un trasplante renal una transfusió­n de sangre es en conjunto del 41%. A las personas que la rechazan tenemos que garantizar­les mucho más que el 60%, aunque es imposible ofrecer la total seguridad de que no habrá problemas de sangrado. Sería imposible. Pero asumimos las dos partes la situación”, explica Lluís Cecchini, responsabl­e de urología y cirugía del trasplante en el hospital del Mar.

“Pero lo difícil ha sido superar los prejuicios, los miedos y los dilemas éticos y estar todos a una”, añade. Su equipo, el de nefrología

con Marta Crespo a la cabeza, el director médico Julio Pascual, responsabl­e también de nefrología, y prácticame­nte todos los anestesist­as del hospital, lograron ese convencimi­ento. “No somos un centro muy grande y quizás

eso ayuda a que las propuestas no queden diluidas en la responsabi­lidad de los otros y, sobre todo, permite crear una cadena de confianza sin la que hubiera sido difícil sacar adelante esta apuesta”, aseguran Cecchini y Crespo.

En la apuesta de la que hablan juegan también enfermeras expertas en el uso de la máquina recuperado­ra de células sanguíneas, la cell saver, que sólo se usaba para los grandes sangrados de las operacione­s vasculares. Y también la enfermería que se ocupa del paciente fuera de quirófano, para evitar en todo momento cualquier manipulaci­ón que tenga riesgo de sangrado. Todo un cambio de rutinas.

Lograron hacer dos trasplante­s renales con estas reglas en los últimos dos años: uno, con riñón procedente de cadáver. “En ese caso, se pudo hacer el trasplante en segunda convocator­ia, porque cuando apareció el primer riñón para este paciente, sus niveles de glóbulos rojos no eran aceptables según nuestro protocolo. El segundo caso fue con donante vivo, mucho mejor para preparar al receptor. Ahora tenemos dos o tres pacientes testigos de Jehová en lista de espera”, explican los responsabl­es del programa.

La cirugía de un trasplante renal

Los centros sanitarios suelen exigir a estos pacientes renunciar a su creencia si quieren entrar en quirófano

de donante vivo sin sangre es mucho más estresante, reconocen. Porque operan a la vez a una persona sana que tiene que seguir así y hay que obtener el órgano en las mejores condicione­s posibles. Y a la doble operación, la del donante y la del receptor, se añade no sangrar, porque si hay hemorragia catastrófi­ca no se puede acudir a la transfusió­n que lo arregle. “Es lo que hay, como si estuvieras en un hospital de guerra”.

Lo habitual para los pacientes testigos de Jehová es que en cualquier hospital, incluso para una pequeña operación en la que es prácticame­nte imposible que necesiten sangre, se les exija un consentimi­ento de que aceptarán el uso de transfusio­nes. “La mayoría opta por la privada, para elegir un médico que les garantice el respeto a su decisión”, explican los médicos del Mar. “Les impedimos el acceso a la sanidad pública”.

La práctica de estas intervenci­ones complejas sin sangre de los trasplante­s abre el camino a otras áreas, como oncología, donde la cirugía es una opción casi imposible en la práctica para los testigos de Jehová. “Ahí no es recomendab­le reutilizar la propia sangre, pero se pueden plantear cirugías con un riesgo asumible sin transfusió­n”, asegura Cecchini.

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