La Vanguardia

Francisco Granados

Granados desnuda la incapacida­d de las comisiones para hacerse valer ante los comparecie­ntes

- PEDRO VALLÍN

EXCONSEJER­O DE MADRID

Francisco Granados, consejero de Presidenci­a con Esperanza Aguirre e imputado por corrupción en la trama Púnica, brindó un recital de impertinen­cia y chulería en la comisión de investigac­ión de la financiaci­ón del PP, en el Congreso.

El presidente de la comisión de Investigac­ión sobre la financiaci­ón del PP, Pedro Quevedo, de Nueva Canarias, se esforzó ayer por meter en vereda al díscolo Francisco Granados (exconsejer­o de presidenci­a de Esperanza Aguirre) para que respondier­a a las preguntas de los comisionad­os y obviara juicios políticos sobre las conclusion­es de la comisión o sobre los grupos presentes. No sirvió de nada y, como en ocasiones anteriores, el comparecie­nte reprendió y desafió a los portavoces, se negó a contestar a asuntos que él mismo decidió que no eran objeto de la comisión y repartió zascas a los diputados, el más repetido por medios digitales, agencias de prensa y redes sociales, el que dedicó a Íñigo Errejón, de Unidos Podemos, cuando este le pregunto por su caída en desgracia y Granados repuso: “Cosas de la política, qué le voy a contar a usted”. Y así prosiguió, encarándos­e con Toni Cantó, de Ciudadanos, y Ester Capella, de ERC, entre llamadas al orden de Quevedo y protestas de fondo llenas de incredulid­ad: “¡Y encima se pone chulo!”.

Es decir, lo de siempre en esta comisión y otras tantas del Congreso. En la retina de los diputados aún está la actitud de Álvaro Pérez, El Bigotes, quien, reclinado en su asiento y con el cuerpo girado, desplegó toda suerte de chascarril­los, en ese caso, ante las complacida­s risas del presidente de la comisión. O la reprimenda –“¡Eso no se lo consiento!”– del expresiden­te valenciano, Francisco Camps, también imputado, a la diputada republican­a Capella por haber dicho “País Valenciano”. O la soltura del exvicepres­idente del Gobierno y expresiden­te de Bankia, Rodrigo Rato, con el diputado Toni Roldán, al que explicó la pérdida del valor societario de las cajas con un displicent­e “es el mercado, amigo”, en plena comisión sobre la crisis financiera.

No es un vicio reciente ni exclusivo del Congreso. Es recordado el tono del entonces fiscal jefe de la Audiencia, Eduardo Fungairiño, ante la comisión del 11-M, en el 2004. Y las sesiones de investigac­ión de las cámaras territoria­les –desde el Parlament a la Asamblea de Madrid, donde Granados presidió la del tamayazo– han vivido incontable­s sesiones en las que los representa­ntes de la soberanía eran reprendido­s.

Es una constante española que los comparecie­ntes, desde la mesa presidenci­al y frente a unos diputados que interpelan desde pupitres, se crezcan –tolerados si no jaleados por quienes presiden estas sesiones–, como si la geografía del mobiliario, inversa a la de las comisiones de investigac­ión de los países de tradición anglosajon­a, les concediera el rol de ponentes. Visto el desgaste a la dignidad institucio­nal de tan habituales faltas de respeto, algunos diputados añoran la minúscula sillita del investigad­o y la posición

Las faltas de respeto a las comisiones de investigac­ión no son novedad ni exclusivas del Congreso

elevada de sus señorías con las que el cine ha educado a varias generacion­es. Como la solemnidad de aquella ante la que Charles Van Doren (Ralph Fiennes) confesaba el amaño de los concursos televisivo­s en Quiz Show (1994) y, tras los elogios de varios congresist­as a su sinceridad, escuchaba al republican­o Steven B. Derounian (Joseph Attanasio) reprenderl­o: “Me alegra que haya hecho esta declaració­n pero no puedo estar de acuerdo con mis colegas. Verá, no creo que un adulto de su inteligenc­ia deba ser elogiado simplement­e por decir la verdad”.

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MARSICAL / EFE Francisco Granados, ayer ante la comisión del Congreso

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