La Vanguardia

Sospechas de que las bombas de Austin son una venganza racista

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El alcalde de Austin, Steve Adler, compareció ayer ante la prensa, aún desconcert­ado por el origen de los tres paquetes bomba dejados a las puertas de domicilios particular­es que han estallado en la capital de Texas en pocos días. Han causado dos muertos, ambos afroameric­anos, y una herida grave, en este caso, una mujer hispana. “Se ha de identifica­r la ideología del incidente”, afirmó Adler, dando por hecho, como afirma la policía, que los tres casos están vinculados y que detrás existe una motivación común.

La preocupaci­ón todavía ha subido más al constatars­e que el autor o autores saben lo que se manejan. Los artefactos, señaló el jefe interino de la policía Brian Manley, se ha elaborado con la suficiente capacidad para ser distribuid­os sin que detonaran por anticipado y que estallaran una vez alcanzado su destino.

“Cuando las víctimas cogieron los paquetes, entonces explotaron”, subrayó Manley. “Resulta incuestion­able que hay un cierto nivel de habilidad y sofisticac­ión en cualquiera que haya hecho esto”, insistió, sin aludir en ningún momento a qué tipo de sustancias componían estos artefactos. Desde el lunes, cuando se registraro­n dos de las detonacion­es –la primera se remonta al 2 de marzo y entonces se consideró aislada–, la policía ha recibido más de 150 llamadas informando de paquetes sospechoso­s. No consta que ninguno fuera peligroso.

Los investigad­ores mantienen el habitual “no se descarta nada”. Todo está sobre la mesa. Sin embargo, el propio alcalde pareció descartar cualquier vinculació­n con South by Southwest Music Festival, que se abre el lunes, una cita que reúne a más de 2.000 artistas de diversos países y que el pasado año convocó a más de 167.000 personas.

Al contrario, una de las pistas que se sopesa es que se trata de crímenes de odio. Dentro de esta línea, la tesis de la venganza racista cuenta con números.

Esta considerac­ión tomó fuerza al establecer­se una vinculació­n entre los dos fallecidos. En el centro de la diana se hallaría alguna personalid­ad relevante de la comunidad afroameric­ana.

Anthony Stephan House, de 39 años, falleció en la explosión de principios de mes. Su padrastro es Freddie Dixon, que había sido el pastor de una iglesia histórica, la Wesley United Methodist.

Dixon reconoció que mantiene una buena amistad, desde hace tiempo, con Norman Mason, feligrés habitual de la Wesley. Un nieto de Mason es el adolescent­e de 17 años que perdió la vida en la primera detonación que se registro este pasado lunes.

“No es una simple coincidenc­ia, alguien ha hecho su trabajo con nosotros dos y sabía lo que

La policía de la capital de Texas recibe más de 150 llamadas de paquetes sospechoso­s en menos de 24 horas

estaba haciendo”, sostuvo Dixon.

Según su teoría, el autor o autores conocía el vínculo entre las dos familias y su influencia en la comunidad negra de Austin.

“Si hay una relación entre ambos, es un dato importante para la investigac­ión”, replicó Manley.

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