Sospechas de que las bombas de Austin son una venganza racista
El alcalde de Austin, Steve Adler, compareció ayer ante la prensa, aún desconcertado por el origen de los tres paquetes bomba dejados a las puertas de domicilios particulares que han estallado en la capital de Texas en pocos días. Han causado dos muertos, ambos afroamericanos, y una herida grave, en este caso, una mujer hispana. “Se ha de identificar la ideología del incidente”, afirmó Adler, dando por hecho, como afirma la policía, que los tres casos están vinculados y que detrás existe una motivación común.
La preocupación todavía ha subido más al constatarse que el autor o autores saben lo que se manejan. Los artefactos, señaló el jefe interino de la policía Brian Manley, se ha elaborado con la suficiente capacidad para ser distribuidos sin que detonaran por anticipado y que estallaran una vez alcanzado su destino.
“Cuando las víctimas cogieron los paquetes, entonces explotaron”, subrayó Manley. “Resulta incuestionable que hay un cierto nivel de habilidad y sofisticación en cualquiera que haya hecho esto”, insistió, sin aludir en ningún momento a qué tipo de sustancias componían estos artefactos. Desde el lunes, cuando se registraron dos de las detonaciones –la primera se remonta al 2 de marzo y entonces se consideró aislada–, la policía ha recibido más de 150 llamadas informando de paquetes sospechosos. No consta que ninguno fuera peligroso.
Los investigadores mantienen el habitual “no se descarta nada”. Todo está sobre la mesa. Sin embargo, el propio alcalde pareció descartar cualquier vinculación con South by Southwest Music Festival, que se abre el lunes, una cita que reúne a más de 2.000 artistas de diversos países y que el pasado año convocó a más de 167.000 personas.
Al contrario, una de las pistas que se sopesa es que se trata de crímenes de odio. Dentro de esta línea, la tesis de la venganza racista cuenta con números.
Esta consideración tomó fuerza al establecerse una vinculación entre los dos fallecidos. En el centro de la diana se hallaría alguna personalidad relevante de la comunidad afroamericana.
Anthony Stephan House, de 39 años, falleció en la explosión de principios de mes. Su padrastro es Freddie Dixon, que había sido el pastor de una iglesia histórica, la Wesley United Methodist.
Dixon reconoció que mantiene una buena amistad, desde hace tiempo, con Norman Mason, feligrés habitual de la Wesley. Un nieto de Mason es el adolescente de 17 años que perdió la vida en la primera detonación que se registro este pasado lunes.
“No es una simple coincidencia, alguien ha hecho su trabajo con nosotros dos y sabía lo que
La policía de la capital de Texas recibe más de 150 llamadas de paquetes sospechosos en menos de 24 horas
estaba haciendo”, sostuvo Dixon.
Según su teoría, el autor o autores conocía el vínculo entre las dos familias y su influencia en la comunidad negra de Austin.
“Si hay una relación entre ambos, es un dato importante para la investigación”, replicó Manley.